Blanco, avena, maíz, integral, centeno, pasas. Elegir un pan es cada vez más complejo. Hay opciones, hay variedades, hay un mundo que se abre, pero poca información sobre en qué se diferencian y qué características tienen.
Alimento ancestral, tiene 12.000 años de historia. Los hombres primitivos mezclaban harina y agua y la cocinaban al sol.
Los egipcios descubrieron cómo fermentarlo con una levadura silvestre. Está ahí desde siempre y es transversal a prácticamente todas las culturas.
Los ingredientes del pan son la harina, la levadura y el agua. Forma parte de la pirámide nutricional y de una alimentación sana y equilibrada.
Cubre una gran parte de los requerimientos energéticos y de nutrientes del organismo. Y aún cuando muchas dietas lo consideran un pecado mortal, sus hidratos de carbono ayudan a equilibrar las proteínas y los glúcidos que el organismo necesita a diario. Además, es fuente de potasio, imprescindible para el funcionamiento de los músculos y del corazón.
El pan puede estar presente en todas las comidas, tanto como ingrediente de una receta o como acompañamiento de un plato. Estas son las principales características de cada uno de los tipos de pan más comunes.
Blanco: Tradicional. Muy rico en hidratos de carbono, llena de energía, contiene proteínas, zinc, magnesio, potasio, niacina y vitamina B6 y B2.
Avena: Aporta vitamina B. Mejora el tránsito intestinal, reduce el colesteral y regula el nivel de azúcar. Previene el hipotiroidismo.
Maíz: Tiene fibra, calcio y mucho potasio. Además fortalece el cabello y las uñas. Tiene alto contenido de yodo.
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Pasas: Muy rico en azucares y fibra. Tiene más grasa que el resto de los panes. Además, las pasas son un antiácido natural y son buenas para la vista.
Integral: Se hace a partir de harinas no refinadas, con más fibras. Tiene vitaminas del grupo B y minerales.
Centeno: Contiene mucha fibra y, por su contenido ácido, mejora la circulación. Previene enfermedades cardiovasculares y ayuda a la elasticidad de los vasos sanguíneos.