A PLENO PULMÓN
Perros realengos

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No es correcto guiarse de los perros callejeros del mismo modo que se guían los campesinos de otros animales para saber si lloverá, si habrá frío o tormentas. Los perros callejeros, como su nombre indica, son animales urbanos; aunque no tengan ciudadanía en sentido jurídico, han sido criados en la ciudad, no en medio de la naturaleza. Todos saben  que el hombre  primigenio no domesticó al perro; el perro se acercó a los hombres para “cosechar” los restos alimenticios que estos abandonaban después de las cacerías.

El perro doméstico, además de que aúlla en ciertas situaciones, ha aprendido a ladrar. Algunos naturalistas  “coleccionan” grabaciones con diversas clases de ladridos propios del perro doméstico. Clasificar los ladridos les ha llevado a creer que se trata de una “casi palabra” adquirida en la domesticidad. El perro acompaña al hombre desde la época paleolítica. Los perros salvajes suelen ser “mudos”; aúllan a causa del hambre, del miedo, o la furia; pero no ladran voluntariamente, como lo hace el perro doméstico. Un perro “citadino” ladra de alegría, ladra para avisar la llegada de extraños.

El perro salvaje, nacido y crecido en la selva, o en montes cerrados, es un perro primitivo; no ha vivido nunca la placentera experiencia de que un niño le acaricie el pelaje; o que un adulto le dé de comer en la mano. Los perros callejeros son perros domésticos, pues viven entre personas humanas; pero han perdido el hogar y deambulan como huérfanos sin albergue. Aún estos perros realengos transitan por calles trazadas por arquitectos, construidas por orden de algún estadista o munícipe; sobreviven en vías con cunetas, imbornales, limpieza periódica. No son perros silvestres o montaraces.

Los perros realengos de la ciudad colonial circulan por calles que adoquinó el gobernador Ovando. No es que sean perros “Primados de América”; o animales “civilizados”. Son perros mal educados que orinan sobre las ruedas de automóviles deportivos, que no toman en cuenta al turista a la hora de defecar frente al Panteón Nacional o el Altar de la Patria. Lo único que afirmo es que estos perros urbanos, sin dueños, pertenecen a una especie “evolucionada” muy numerosa; y luchan valerosamente por la supervivencia de los más débiles.

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