Creación
Una nueva colección de Carlos Despradel, un ceramista a tiempo completo

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Carlos Despradel es un ceramista a tiempo completo, que elabora tanto piezas monumentales como pequeñitas. Se encierra durante meses en el taller y luego sale de su “clausura” con una nueva colección de obras… y alguna noticia importante. Ahora, él acaba de ser becado en España para realizar estudios de maestría… no le basta su formación primera de arquitecto.

Las puertas del doctorado le son abiertas, pero él tiene el propósito de permanecer allí solamente un año para volver a su tierra y su arte de la tierra… Recordamos que, considerando su obra como una simbiosis de lo moderno y de lo viejo, nos dijo: “Me gusta mucho que las obras parezcan como sacadas de la tierra, que se sienta en la obra el paso del tiempo, como si fuese un objeto de mil años”.

A su experiencia en procesamientos y materiales, a su virtuosismo con compuestos, óxidos y vidriados, a su dominio del “raku”, esta pasantía europea a un nivel superior de especialidad, agregará la última tecnología, pues Carlos Despradel ha absorbido todas las enseñanzas recibidas y, enriqueciéndolas, ha inventado su propio arte cerámico. No solamente se trata de pastas y texturas, formas y colores, sino de expresiones muy personales.

Es más, su personalidad se ha ido forjando según una extraordinaria capacidad de descubrimiento, asimilación y metamorfosis, con un desenvolvimiento estilístico muy amplio. Una curiosidad insaciable le hizo, por unos días,  hasta “traicionar”  la cerámica y labrar un bloque de nieve helada en el Canadá junto a Cayuco y Juan Trinidad. ¡Nada lo detiene!

La última producción. Carlos Despradel tiene, en su itinerario profesional, una cantidad de murales escultopictóricos, siendo el más reciente aquel  de la Torre Universal en Santiago, del cual él se siente muy satisfecho –tanto por su propia obra como por las atenciones que le prodigaron en el seguimiento de su labor–.

Sabemos que las dimensiones de fachadas, la complejidad de los elementos compositivos, las exigencias del revestimiento de barro sobre fibra de vidrio, la resistencia de las piezas a la cocción, lo apasionan… y cómo, una vez más,  él ha salido triunfante de esos retos del oficio.

Pero, contrastando en formato y en propósito, con igual preocupación por la estética, hay otro aspecto de su producción, único en un maestro ceramista dominicano: las piezas que conjugan creación artística y artesanía refinada. Son las “joyas”, particularmente los collares y los pendientes, que periódicamente realiza, a manera de una pausa entre los grandes proyectos.

¡Carlos Despradel acaba de diseñar y ejecutar cuarenta de estas pequeñas maravillas! Son simplemente arte para llevar en el cuerpo, delicado y frágil, rústico y sofisticado, audaz y armonioso, con una alianza indisociable entre lo geométrico, lo barroco y –evidentemente– lo contemporáneo. Su originalidad es absoluta, no solamente porque proviene de un artista “conceptor”, sino porque los modelos no se repiten, al compás de la fantasía y la creatividad. Son pequeñas esculturas que circundan el cuello.

No calificaríamos a esos accesorios –convertidos en la principal atracción de un atuendo– como étnicos, tal vez con excepción  de algunos pendientes que el propio autor califica “bárbaros” por su tamaño, asimetría y morfología impactantes.

La vertiente ritual… estaría  aquí en las variaciones formales, cromáticas, mates,  brillantes, identificables en términos de concepción y…  de destinatarias. No hay, para esta nueva colección, una mejor apreciación que las palabras, expresadas por el propio Carlos Despradel, acerca de la cerámica y su potencial: “Todo ese conjunto es capaz de encerrar la belleza actual”.   

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