POR ANNA JIMÉNEZ
Necesito apoyo, solidaridad, cariño…
No lástima o compasión. Necesito que te me acerques, que me toques y me acaricies…
Porque aunque yo quiera hacerlo, mis brazos y mis piernas no pueden.
Necesito que me hables, que me saludes al llegar, que te despidas de mi y que me bendigas. Porque aunque yo quiera hacerlo, mis brazos y mis piernas no pueden.
Necesito que me hables, que me saludes al llegar, que te despidas de mi y que me bendigas.
Porque aunque esté callado yo te puedo oir bien y cuando llegas o te vas, te siento, te conozco, te extraño, y te quiero.
Necesito sentirme uno más de esos revoltosos, gritones niños de nuestra familia, y participar mediado por brazos y piernas fuertes. Que muevan mi silla, para moverme como ellos, que me muevan mi brazo para alcanzar como ellos, que tengan paciencia para esperar mis lentos movimientos y vean que sí quiero participar necesito saber de todos ustedes a través de los cuentos y anécdotas que me refieran al acercárseme y cargarme.
Necesito, como todos los niños, que en su momento me recuerden mis deberes y me exijan cumplirlos. Que debo esforzarme cada día en mi conducta social, mis logros motores, para hacerme más independiente, más maduro, en un lógico crecimiento.
Necesito a una familia que se interese por mis continuas actividades, terapias y tratamientos médicos sin temor a preguntar, porque todo esto ya no es una tragedia nueva, sino parte cotidiana de mi «especial vida».
En fin, como todos, necesito querer y ser querido. Los quiero mucho Alberto Carlos Rasquin
Un testimonio del que deberimos tomar ejemplo.
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