Un triunfo criollo
En medio de las desventuras de un país que falla en hallarle solución al acoso de la delincuencia en auge, que sufre el desastre energético (en el que tiene responsabilidad la mitad de la nación que no paga luz) y que vive además en las tinieblas de la falta de educación en las masas por culpa de todos los gobiernos habidos y por haber, surge algo refrescantemente positivo: la comunidad de dominicanos residentes en Nueva York es el grupo de inmigrantes con más baja tasa de cáncer colorectal, de próstata, páncreas, estómago e hígado. La afirmación así formulada proviene de un estudio serio de las propias autoridades de Estados Unidos. Nos atrevemos a suponer que las sanas y excepcionales condiciones físicas de nuestros criollos tienen que tener mucho que ver con hábitos alimenticios y estilos de vida. Las cosas que el dominicano prefiere comer, incluyendo la típica «bandera» de la tradición culinaria que incluye arroz, habichuela y carne. Pero hay que anotar también la cerveza, el ron, el café, el dulce de leche y la longaniza, las fritangas en general y el queso de hojas, la siesta y el método de botar el estrés jugando dominó o viendo partidos de béisbol, etc. Todas esas opciones favoritas del criollo tienen que ser reconocidas como decisiones inteligentes del común de la gente de esta media isla, que aunque se mude de latitud y vaya hacia el frío y la nieve, lleva sus hábitos de consumo y sobre todo carga con las consecuencias acumuladas de lo que ya vivió. Quizás nos equivocamos mucho al escoger gobiernos, síndicos y legisladores y al optar por no respetar las leyes de tránsito o por comportarnos en Nueva York de tal forma que un estudio atribuya a los dominicanos ser las personas mas bulliciosas de la bolita del mundo, como acaba de ocurrir. Eso lo tapa la corbata, porque, de todos modos, el cáncer nos sale huyendo.
La cuevita morada
Está visto: los proyecto más controversiales o fallidos en ocasiones- de las presentes autoridades suelen emerger como de la nada. Caen de sorpresa, como ocurrió desde el primer día, pues nadie se imaginaba que de la chistera del Presidente Fernández saldría, en plena inauguración de su mandato, el plan «Metro de Santo Domingo», evidentemente concebido en secreto en casi todos sus alcances, aunque luego se hablara de unos estudios previos que nadie nunca vio hacer, ni antes ni después de emprendido. Lo mismo ocurre con el ambicioso proceso de poner a una inesperada compañía privada a hacer todo, y algo más, de lo que por ley corresponde a la Administración de Bienes Nacionales, a cambio de ricas comisiones. La procedencia y condiciones legales, estatutarias y gerenciales de los beneficiarios se han de convertir en noticias generalmente incompletas- cuando ya la entidad haya cogido muy bien la sartén por el mango. El préstamo para equipar la Policía, que resultó de ominosos detalles , vino a quedar delatado después de estar aprobado en el Congreso. Con las plantas de carbón hubo revelaciones preocupantes desde que emergió y aunque el gobierno le dio aceptación al vapor, todavía hoy los adjudicatarios están quedando en la mala evidencia de que no disponen de financiamiento para empezar la obra. El baúl de los secretos del oficialismo está dejando mucho que desear.
Tremendo alacrán
Carlos Slim podría ser, como en efecto es, uno de los hispanos más ricos del mundo; y Verizon constituir una de las empresas de telecomunicaciones de mayor envergadura en Estados Unidos y de proyección más universal y que con todo y eso, les haya aparecido un dominicanito del limitado ámbito local que les tranque un juego importante de miles de millones de dólares. Se diría sin ánimo de ser irreverente- que Juan Hernández, el director general de Impuestos Internos de un estado caribeño de poca extensión ha podido agarrar por las colas tanto al señor Slim como a Verizon. Ellos tenían todo acordado para que la empresa telefónica del país cambiara de manos y cuando todo parecía que iba a ser un «out» fácil, con la bendición del Indotel, se apareció Hernández con reclamo de pagos al fisco, en atención a lo que dicen leyes dominicanas que no habían sido tomadas en cuenta hasta ese momento; una friolera de 500 millones de dólares. De nada valió la cumbre reciente en el Palacio Nacional entre el Presidente Fernández y los ejecutivos de las partes procedentes de sus sedes centrales. El asunto tendrá que resolverlo un tribunal. Y lo cierto es que con todo ese dinero que el fisco dominicano quiere, el gobierno lograría este año una holgura de ensueño.