Terapias alternativas contra el estrés de los empleados

Terapias alternativas contra el estrés de los empleados

Algunos especialistas dudan de la eficacia de estas técnicas y se preguntan a qué intereses responden.

A mediados de agosto, Michael Maccari, un ejecutivo de Armani Exchange, trabajaba de diez a doce horas diarias. En septiembre, los miércoles al mediodía, una suave marea de respiraciones profundas disuelve sus tensiones. El y otros 14 ejecutivos, todos en camiseta y pantalón corto, reciben una clase gratuita de yoga y meditación en una sala de conferencias. Es una gentileza de la compañía. Quiere ayudar a su personal a relajarse y recargar las pilas a mitad de semana.

Este tipo de clases en el lugar de trabajo ya son comunes en los Estados Unidos. Según las encuestas, el 20 por ciento de las empresas ofrece algún programa para reducir el estrés.

Pero a medida que el menú se expande con sesiones de tai chi, feng shui, danza vigorizante y acupuntura, algunos expertos dudan de la eficacia de estas técnicas y se preguntan a qué intereses sirven.

¿Producen efectos duraderos o son apenas un breve recreo en una jornada laboral cada vez más larga?

En verdad, ¿algunos empleados no preferirían un aumento de sueldo? Los investigadores van descubriendo, entre otras cosas, que por lo general los beneficios duran poco y admiten que esta política fue, en parte, una reacción frente a los enormes cambios en la naturaleza del trabajo en sí, el flujo de información electrónica, el modo en que las obligaciones laborales invadían casi por completo la vida privada.

En opinión de los investigadores, las compañías se interesan tanto por una reducción real y sostenida del estrés, como por acicatear a su personal. Los programas despegaron en la economía expansiva de fines de los 90, cuando el mercado laboral era escaso y los juicios de indemnización por daños resultantes del estrés iban en aumento. “Por entonces, las empresas se valían de este y otros servicios extras para que sus empleados no advirtieran cuántas horas trabajaban.

“Después… ahí quedaron”, explica el doctor Peter Cappelli, director del Centro de Recursos Humanos de la Wharton School of Business, de Filadelfia. No hace falta licenciarse en administración de empresas para comprender el por qué.

El doctor Lawrence Murphy, psicólogo del Instituto Nacional de Seguridad y Salud Ocupacionales, ha analizado numerosos estudios sobre la reducción del estrés en el lugar de trabajo. Señala una peculiaridad: todos recogen el efecto inmediato de la técnica aplicada. Los masajes alivian el estrés cuando este se determina midiendo la tensión muscular. La meditación parece ser un sedante psicológico cuando se pregunta a los sujetos cuán calmados se sienten después de las clases. Pero los efectos durarán poco, a menos que el yoga o la meditación se incorporen a una rutina, incluso cotidiana. Lo ideal es combinarlos con otra actividad (trote, masajes). Este régimen quizá tenga sentido para quien disponga de un par de horas libres o viva holgadamente de rentas. Para aquellos que deben luchar a diario con sus citas y plazos, una clase de tai chi pasa a ser una obligación más.

Una persona estresada está sedienta de tiempo. Y aquí es donde las técnicas de relajación mente-cuerpo pueden resultar contraproducentes. Un curso a la hora del almuerzo tal vez inserte un espacio tranquilo en la jornada laboral, pero también puede preparar al personal para que trabaje más horas. Así lo reconocen algunos prestadores de estos servicios. “En los años 90 hicimos que todos se volvieran adictos a los masajes; fue maravilloso. Pero fuimos muy claros: no resolveríamos el problema del estrés; sólo le pondríamos parches”, dice Holden Zalma, ejecutivo máximo de Metatouch. Por su parte, el doctor Peter L. Schnall, del Centro de Salud Ocupacional y Ambiental de la Universidad de California (Irvine), advierte: “Lo más importante para controlar el estrés es poder decidir nuestra forma y ritmo de trabajo. Poder aprender cosas que mejoren nuestro desempeño y notar esa mejoría”. En cambio los estudios indican que los programas contra el estrés influyen poco en esto. “No hay pruebas satisfactorias de que afecten la rotación y el ausentismo del personal, su compromiso con la empresa y su orgullo profesional -explica Murphy-. Si seguimos abrumados de trabajo, con un supervisor exigente que no nos apoya, nos amargaremos.”

“Para los escépticos, los programas son una distracción barata frente a los problemas reales que causan las empresas y sus gerentes -dice el doctor Samuel Culbert, que enseña en la Universidad de California-. En teoría, los departamentos de Recursos Humanos desempeñan una función fabulosa: tender un puente entre los empleados que quieren disfrutar de su trabajo, y los gerentes, que quieren tener un personal eficiente. No bien se oye hablar de programas antiestrés para el personal, hay que empezar a preguntarse qué intereses representan.”

Superar el despido

El trabajo más estresante es aquel que podría perderse muy pronto. Para los psicólogos, pretender ayudar al personal a superar los despidos o las reestructuraciones con estas técnicas, es servir un té a quien necesita un whisky. Muy pocos empleados querrán entonar salmodias monacales cuando están luchando por conservar sus puestos. En estas circunstancias, lo mejor es decirles, con claridad y rapidez, quiénes serán despedidos y por qué; ayudarlos a conseguir otro empleo; indemnizarlos generosamente y, de ser necesario, pagarles una psicoterapia.

Fuente : The New York Times

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