“Sí, acepto”

“Sí, acepto”

Para crear esta propuesta la diseñadora Modesta Castillo se inspiró en los cambios revolucionarios que marcaron la moda de los 20, pero cuidando el estilo romántico y elegante propio en cada traje de novia.

Por ROSARIO TIFÁ
1920 se constituyó en el año que transformó la vida del ser humano en todos los ámbitos, y la moda no podría ser una excepción.

En esa década, los diseñadores apostaron por destacar, de una forma, sutil la silueta femenina. Las faldas se acortaron en forma atrevida, el busto fue disimulado con sujetadores y las tallas cayeron a la cintura. La mujer comienza a liberarse y las espesas y largas melenas empiezan a ser sustituidas por un corte varonil al estilo Elthon John

Coco Chanel, ocupa el primer lugar en la dirección de esos cambios repentinos, imponiendo en la mujer la tendencia masculina con la inclusión de pantalones estilo náutico y darketones acompañados con blazer.

La moda arranca indiscutiblemente en un proceso de  transformación de forma desenfrenada al ritmo del charleston y otros corrientes musicales. Cambios que sociedades como la londinense y parisina, para citar algunas, se resistían en aceptar.

Varios diseñadores y costureras acompañan a Chanel en esta tarea, entre ellos, Jean Patou, Medeleine Vionnet, Jean Coteau  y la costurera Jeanne Lavin. Boncheron y Cartier se afianzan en el mercado de la perfumería y joyería.

La alta costura se impone y los trajes de novia y su ajuar completo también es sometido a esos cambios. El vestido se torna más romántico sin peder la elegancia. En 1927 se lleva más corto con talle a la cadera y una larga cola bordeada de perlas en festones y velo que en algunos casos se presentaban sujetos al cabello con una hoquilla rematada en flores de cera.

Los colores que primaban eran en rosa claro (rosa viejo) y el crema. Los tocados se confeccionaban con alambres para darle forma y el calzado punta fina en raso, además de los adornos en perlas solían completar el atuendo.

Durante esos años “locos” de la moda de los bouquet o ramos de novia solían ser de gran tamaño confeccionados en rosas y follajes. Las pamelas también estaban de moda como tocado de la futura contrayente.

El traje del novio, un frac con pantalón holgado con pinzas y una corbata, realzado con una flor en la solapa del lado izquierdo.

Aunque el toque romántico y la elegancia no han sido alterados, la estructura del traje femenino ha tenido modificaciones en cuanto a las telas, estilo y materiales.

En décadas pasadas se usaba el tul y los encajes. En los últimos años han venido a enriquecer esas piezas el poi-de soire, satén nupcial, satén italiano, shantung de seda, satén de seda, brocado, charmeuse, faille, chifón, gazar y terciopelo, en tonalidades cremas, blanco, blanco hueso y rojo para las más versátiles.

La diseñadora Modesta Castillo se inspiró en la década de los 20 y creó una colección en la cual incluye estos materiales, realzados con encajes chantilli, bordados en pedería, cristales de swarosvki, lentejuelas y mostacillas.

En esta propuesta continúa el estilo romántico y elegante en trajes de largas colas, faldas amplias y al sesgos predominan los cortes strapless en el propio vestido y las dos piezas de faldas y bustieres, en algunos casos, bordados a mano.

Un toque super moderno se observa en un conjunto de pantalón pitillo y chaquetón largo hasta el suelo, abierto y sujetado por un broche en brillante.

Así como éstos trajes nupciales usted se encontraría en vitrinales, con otros diseños que distarían de aquellos que causaron furol en otras épocas lejanas, pero apropiados para lucirlos en todo su esplendor por una novia en ese día tan especial.

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