Ernesto Cardenal Joseph Ratzinger o Benedicto XVI

Ernesto Cardenal Joseph Ratzinger o Benedicto XVI

POR GRACIELA AZCÁRATE
La fecha del 24 de marzo no sólo reaviva la historia del sangriento golpe militar argentino de 1976, sino que también convoca el aniversario del asesinato del padre Oscar Arnulfo Romero en El Salvador, en 1980, a manos del mayor del Ejército Roberto D’Aubuisson, fundador del partido ARENA, que hoy gobierna en ese país.

Tengo por norma planificar mis entregas con antelación, pensando en fechas emblemáticas y después de archivar, guardar, pensar y rumiar mis materiales, los escribo ajustándolos a lo que pasa en el país y en el mundo, lo que me intriga, desata mi curiosidad, mi indignación o lo que puede servir de ejemplo.

La historia de vida de “San Romero de América”, que precedió a “Veintinueve años después…” incluia la reproducción de un diálogo, de 1979, entre el recién asumido Papa Juan Pablo II y Monseñor Romero, en El Vaticano a propósito de una América Latina sitiada por los totalitarismos militares.

Era el testimonio que narró Monseñor Romero casi llorando el día 11 de mayo de 1979, en Madrid, cuando regresó apresurado a su país, consternado por las noticias sobre una matanza en la Catedral de San Salvador, a María López Vigil, que es la autora del libro “Piezas para un retrato”, UCA, Editores, San Salvado, 1993.

El texto es estremecedor y vergonzante. La muerte del Papa Juan Pablo II hizo que por prudencia y respeto la persona que coordina Areito decidiera no publicarlo.

Las próximas entregas tenían que ver con la actitud del clero argentino durante la dictadura militar, con las desapariciones, los vuelos de la muerte y las justificaciones ideológicas a que se prestó la iglesia. También había un relato sobre los obispos de Chubut, La Rioja y Quilmes asesinados al más puro estilo Arnulfo Romero y la interminable lista de sacerdotes obreros, desaparecidos, chupados, quemados, arrojados a fosas comunes, o a los vuelos de la muerte con la complicidad de las altas jerarquias religiosas argentinas.

Aún después de la muerte del Papa no quedan perimidos sus desaciertos. La muerte no lo vuelve un santo aunque los medios de El Vaticano así lo quieran. No practico la autocensura, y una de las leyes éticas de cualquier periodista es decir la verdad a los otros pero sobre todo así mismo.

Los trabajos que iban a salir en varias entregas tenían que ver con las posiciones de la iglesia católica, con las posturas de este Papa muerto, y con el genocidio llevado a cabo en Latinoamérica por los militares con la bendición de la iglesia católica.

Decir que era “poeta, escritor, gimnasta, viajero, peregrino y defensor de los derechos humanos” es hacer burla de los muchos sacerdotes que hicieron una “opción preferencial por los pobres” y que fueron masacrados en Centroamérica, en El Salvador, en Nicaragua, en Honduras y Guatemala, y la larga y terrible historia de la jerarquía religiosa argentina en los ocho años más siniestros en la historia de ese país.

Me solidarizo con Alejandra Valdéz, periodista chilena que dice: “En estos días en que los medios inundan de imágenes sobre un largo funeral, que tiene mucho de estrategia mediática y política. Cuando los mensajes que emiten los medios buscan hacer creer que todos rezan por el Papa y que en nombre de todos y todas, los representantes de los estados se movilizan para ir a sus funerales, -por supuesto con recursos públicos-, quiero recordar que vivo en un país y en un continente en que no todos somos católicos y que existimos muchos y muchas que ni siquiera somos creyentes. Y que creemos en una sociedad plural en que estén expresadas todas las diversidades. Por ello me parece que no debemos olvidar algunas de las afirmaciones personales de su papado.

 Este Papa se sintió más a gusto con las dictaduras de derecha que con los aires democráticos o de izquierda. Bendijo a los dictadores y no excomulgó a ninguno. Su visita a Chile no hizo más que legitimar a Pinochet. Sin embargo, amonestó e impidió la expresión de algunos/as teólogos de la liberación”.

La chilena continúa: “En el período de este papado la iglesia católica se hizo cada vez más conservadora en materia de doctrina y de sexo, siendo dominantes las posturas del Opus Dei, quién ayudo a Woytila a llegar a Papa y que lo apoyó financieramente. Sino recordemos que canonizó a Escrivá de Balaguer en octubre del año 1992, que no fue más que un reconocimiento al apoyo incondicional de esta orden. En su período la Iglesia contestó con gran fuerza a la presencia social de las mujeres y opinó con fuerza sobre la reproducción y la sexualidad, vinculando el rol de las mujeres preferentemente a la vida familiar. No le importó cuáles son las condiciones en que ejercen la sexualidad miles de mujeres, sin importarle si son niñas embarazadas por causa de violación, jóvenes que no tienen acceso al mercado laboral o simplemente mujeres que quieren decidir sobre sus cuerpos”.

(…)“Permitió que en su período papal, se presionará a los Estados para impedir la distribución gratuita de anticonceptivos, aduciendo que estos son contrarios a la dignidad humana y que tampoco previenen el SIDA. Condenó a las mujeres que abortaban, pero no la pena de muerte. La Iglesia católica de este período, se opuso tenazmente a legislar sobre el divorcio, la eutanasia y la asistencia a una muerte digna, propiciando en suma el autoritarismo y una visión uniformizadora de las conductas de los seres humanos, sin dar lugar a la expresión de la diversidad”.

Hasta aquí la chilena pero el “Colectivo de género en Indymedia” en Argentina agrega: “su muerte ya es reciclada por la jerarquía eclesiástica para seguir vendiéndonos, ahora junto a la imagen del papa difunto, el tradicional modelo opresivo que, a través de los siglos, tan bien supo sostener nuestra santa madre iglesia. Todo parece indicar que prevalecerá la continuidad de la política ultraconservadora y pro capitalista del papado de Juan Pablo II, que no dudó en hacer alianza con el neoliberalismo de Margaret Thatcher y de Ronald Reagan y produjo la encíclica Centésimus annus, cuyo objetivo es celebrar la derrota del marxismo y legitimar la economía de mercado o capitalismo más humano, como solución para los países del Tercer Mundo.

 (…) El proyecto de Juan Pablo II fue generar poder a través de alianzas políticas y económicas. A través de la Congregación para la Doctrina de la Fe (la ex Inquisición), comandada por Josep Ratzinger, fue perseguida e incluso fue proscripta toda obra vinculada con la teología de la liberación. Prueba de esto es que en tres oportunidades el arzobispo del Salvador, monseñor Romero, cercano a la teología de la liberación lo fue a ver al Vaticano para pedirle ayuda porque sabía que podían matarlo y el Papa no lo recibió y el 24 de marzo de 1980 Romero fue asesinado por los contras financiados por la CIA. En cambio el Papa “peregrino” dio lugar a grupos con códigos mafiosos como el Opus Dei, una organización de corte puramente fascista”.

En Buenos Aires, se acaba de desencadenar un conflicto con el obispo Baseoto que afirmó que quienes promueven la despenalización del aborto y reparten preservativos, “deberían ser tirados al mar con una piedra atada al cuello”.

(…) “En Argentina, ningún obispo pareció escandalizarse por los dichos de Baseotto, lo que tampoco extraña si se recuerda el triste papel que jugó la jerarquía de la Iglesia durante la dictadura, las bendiciones eclesiásticas a los vuelos de la muerte, las parábolas reconfortantes a los aviadores asesinos, los partidos de tenis entre el nuncio Pío Laghi y los dictadores, las visitas a la ESMA, la complicidad silenciosa ante el robo de bebés. Y se sabe fehacientemente que el cardenal primado de la Argentina, el hoy papable Jorge Bergoglio, entregó a dos de sus sacerdotes que “andaban por el mal camino de la revolución” a la furia asesina de los desaparecedores”.

Hasta aquí las opiniones de distintos colectivos de mujeres en Chile y en Argentina. Como sé que pueden argumentar sectarismo de mujer, de feminista a ultranza y todas esos San Benitos que nos cuelgan a las mujeres cuando decidimos dejar de ser complacientes y denunciar el autoritarismo, reproduzco las opiniones vertidas por Hans Küng, sacerdote suizo de 75 años, teólogo prestigioso y asesor de la ONU.

Este teólogo disidente reclama de la Iglesia reconocimiento para la mujer, más diálogo y menos dogmatismo inquisitorial.

Para Hans Küng las cosas en el interior de la Iglesia están peor que hace treinta años. Hizo tres grandes pedidos para la futura elección papal. “Elijan a un papa que no se aferre a las normas de la iglesia medieval, sino que esté a tono con el evangelio, que impulse la libertad, la misericordia y la bondad en el tratamiento de todos los problemas pendientes”.

“Elijan un Papa que no piense la Iglesia de forma unilateral como un aparato de poder que excluya el diálogo y la verdadera democracia; que no espere obediencia ciega y sumisión.

Una Iglesia eficaz no puede tratar a la mitad de la humanidad, la mitad femenina, como una segunda categoría de la Iglesia…

(…) Es por eso que el tercer pedido que les hago, es que elijan un Papa que rechace el sexismo; que evite emitir veredictos moralizantes sobre problemas complejos como la anticoncepción, el aborto y la sexualidad; que respete el derecho de quienes están ordenados a casarse, un derecho que el Nuevo Testamento y la Iglesia del primer milenio garantizan con claridad, y que revierta la prohibición discriminatoria de que los sacerdotes contraigan matrimonio”.

Elegido el alemán Joseph Ratzinger como Benedicto XVI, el teólogo brasileño Leonardo Boff gran amigo de Ernesto Cardenal dijo: “es un hombre duro y sin misericordia”, y “temo que un inmenso infierno de hipocresía reine en la Iglesia”.

Cardenal fue más enfatico y polémico. En una entrevista que le hizo el periódico La Prensa en su sencilla oficina de la Galería de los Tres Mundos, en Managua dijo: “él ha sido el inquisidor de la Iglesia hasta el momento de su elección y por eso considero que es fatal, que un inquisidor por primera vez en la historia de la Iglesia pase a ser Papa”.

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