Muchas gracias, mamá

Muchas gracias, mamá

MAGINO CORPORÁN LORENZO
Siempre bien recordada y muy querida mamá. A ti pudimos llamarte señora Trabajo. Mujer de fe inquebrantable. Fiel compañera de tu esposo. Ejemplo de coraje y amor. Inspiración y motivación. Dirigente, diligente, solidaria, consejera y regañona.

¡Cuántos frutos dejaste, mamá! Es muy bueno el balance de tu vida. Estamos orgullosos de ti. Qué reconfortable es haber experimentado la dicha de tener una madre tan buena y tan noble. Sabes, mamá, a diario recojo los elogios y buenos recuerdos de la gente que contigo compartió. ¡Cuánta riqueza patrimonial nos legaste! ¡Qué grande heredad! Quedo eternecidamente pletórico de orgullo filial, cada vez que recibo menciones, no cumplidos, de personas que testimonian admiración y respeto por ti.

Al partir, dejaste 13 hijos de 16 que pariste. Tus hijos adoptivos, tus nietos. A todos cocinaste y siempre te alcanzaba. Recuerdo de mis visitas sorpresa con amigos que siempre me acompañaban, y tú siempre tenías reserva para alimentarnos a todos. ¡Qué artista para multiplicar panes y peces! Con más de 20 hermanos, a todos siempre buscaste y nos acercaste a ellos. El tuyo fue un hermoso concepto de la familia, el amor te alcanzaba para tanto.

Estos méritos familiares y los que te reconoce la comunidad donde 48 años viviste te hacen inolvidable. Mamá, supiste sembrar, dejaste huellas, luchando y acompañando siempre por el progreso material y espiritual de los pobladores del Pomier.

Tu recuerdo siempre estará en los enfermos que ayudaste, en la lucha para obtener la escuela-liceo, en la iglesia que construyeron, en la carretera, en caminos vecinales, en el acueducto, en el club, el centro comunal, en la defensa de las cuevas, en la formación del sindicato que fundamos, para defender los derechos de los obreros, en los boches que diste a demagogos y a oportunistas que pretendían aprovecharse de tu bien ganado prestigio social. En aquellos años de lucha y luto nacionales tu casa acogió a tantos luchadores por la paz, la justicia y la defensa del medio ambiente, a las cuales otros temían recibir.

Estarán tus recuerdos en tu estoicismo con papá, siempre enfermo, nunca triste. Siempre dispuesto y juguetón. Decías tú: El (Papá) se pone «apuraito» cuando uno de nosotros se enferma. Mamá, haznos saber la clave del profundo amor tuyo y de papá, pues fueron dos eternos enamorados a pesar alcanzar tantos años de casados. ¡Oh, muchacho!: Dando todo sin esperar nada a cambio. Está bien, mamá, olvidamos que fuiste de las personas que no varían sus pensamientos, defendiéndolos hasta la terquedad.

¡Mamá, sigue tranquila donde estés!, tranquila, cumplimos la promesa de cuidar a papá hasta sus últimos días, casi como si tú estuvieras a su lado. (Esperamos se hayan reencontrado). Sabemos que en los días finales y difíciles de tu vida, te preocupaste mucho por nosotros. Quisiste decirnos muchas cosas, mas nos encontraste impreparados; «están loquitos», sabemos que dijiste, para poder enfrentar la realidad real del hecho: tu partida a los cielos.

Sabia y buena madre como siempre, buscaste la forma de comunicarte con nosotros sin lastimarnos. Desde entonces sabemos que tus señales de amor y ternura nos las envías con las flores que tanto te gustaron, en los misterios de los Girasoles, Trinitarias, y Azucenas. En los aromas de las Hierbas Luisa, del Romero, de las Albahacas y las Hierbas Buenas. En la alegría alborotada de las gallinas ponedoras y en el gallo cantor, tempranero y galán, que tus manos alimentaban. En las cerdas paridoras que criaste. En las cabras y en las vacas lecheras que ordeñaste para alimentarnos. En el carretear desenfrenado, ingenuo y feliz de los tantos nietos que siempre te rodearon.

Te prometemos no defraudarte nunca. Mantenernos unidos para subir más alto tu buen nombre es tarea principal, ese es el principal clamor de tus hijos. Eres perenne entre nosotros a través de todos los valores que nos inculcaste. Tu fuerza moral, tu coraje para vivir la vida, nos dan cobijo nos impulsan, fortalecen nuestro carácter. Para ti inolvidable María Lorenzo Renville. Tu hijo.

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