La violencia de la civilización

La violencia de la civilización

FRANCISCO RODRÍGUEZ
El tema de la violencia hoy, ha dejado de ser un problema secundario para pasar a ser el principal problema de la civilización capitalista global. El tema de la guerra global planteado como consecuencia de la doctrina de la “Seguridad y defensa nacional”, constituye toda una estrategia de los centros de poder mundial para mantener la hegemonía planetaria. Al mismo tiempo que es un excelente mecanismo de equilibrio de la economía que desde hace algún tiempo viene presentado períodos de crisis cada vez más frecuentes y prolongados.

Esto significa control de los centros de producción de petróleo para una civilización cada vez más necesitada de energía alimente un monstruoso aparato de producción y consumo. Para ello es necesario el control total del medio oriente, única región del mundo que desafía abiertamente a los centros de poder de la civilización occidental y en donde, al mismo tiempo, existen las más grandes reservas de petróleo del planeta.

Una civilización cuyo estilo de vida está basado en el consumo como la única forma que tiene el individuo de vincularse al mundo real, de tal manera que aparece como el único acto que merece ser visto como “real”, es por esta razón, una “civilización de la muerte” porque está orientada a la destrucción de todo. Destrucción de los objetos en el consumo, destrucción de la naturaleza para la producción, destrucción de las estructuras culturales y modos de vida que constituyen resistencia a la implantación de la civilización global y por tanto destrucción de los pueblos que desafían a la “Cultura occidental”.

La violencia destructiva, entonces, no es más que un síntoma de la locura de una civilización enferma de poder, de “verdad absoluta” (porque cree que son los únicos que tienen la verdad), de egocentrismo etnocéntrico por la creencia en su condición de “raza superior” y por lo tanto excluyente de los “grupos étnicos inferiores”. Este síndrome de la “civilización paranoica ha generado “delirios de grandeza” que los lleva a definirse como el “eje del bien” por oposición al “eje del mal” y por lo tanto la parte de la humanidad que merece llamarse realmente humana y civilizada. Y por primera vez en la historia de la cultura occidental, tenemos que hablar de una “civilización divina”, porque no es que sean enviados de Dios o hijos de Dios, sino que los centros de poder de la civilización capitalista global, se representan a sí mismos como una real “encarnación de Dios”. La divinización de la sociedad, parte de considerar que solamente un orden social que ha llegado a tales grados de perfección científico-tecnológica y niveles de vida basados en el consumo-confort, merece considerarse como una civilización divina, en sí misma.  Las ideas delirantes de persecución que se generan de esta patología, empuja a atacar a todo aquel pueblo que desde este punto de vista represente un peligro para la civilización. Esta es la “teología política” del departamento de estado y en este contexto se entiende lo que está pasando hoy en Palestina, el Líbano y el mundo árabe en general. Pueblos árabes que constituyen resistencia frontal a la homogeneización compulsiva del mundo por la civilización capitalista global-anglosajona y de los cuales han surgido el fundamentalismo como una respuesta de refugio que empuja a “restearse” consigo mismo y el terrorismo, como una respuesta suicida, igualmente patológicas.

Israel, no es más que un instrumento del mundo occidental, en esta guerra de civilizaciones, para la realización de los propósitos de una civilización necrófila. La invasión a un pueblo tradicionalmente de pastores y comerciantes, como es el Líbano, la muerte de civiles (predominantemente mujeres, niños y ancianos), la destrucción de toda la infraestructura de un país pequeño; nos instala ya definitivamente en la guerra global de una civilización de la muerte. Alá que proteja a estos pueblos y nos proteja también a nosotros que viajamos en la misma nave. (ALAI)

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