La re-elección mala es la de los otros

La re-elección mala es la de los otros

Quizás el tema más recurrente de las discusiones políticas dominicanas es el de la re-elección, su conveniencia y sus desventajas. En este debate, muy pocos han sido consistentes o actuado en base a principios robustamente asumidos, sino que las posiciones son “asigún” las circunstancias.

Curiosamente, hay quienes sólo se oponen a las re-elecciones presidenciales. Pero ellos mismos buscan eternizarse en las presidencias de gremios, asociaciones, clubes, federaciones, juntas directivas, partidos, empresas, sindicatos, organizaciones sin fines de lucro u “ong’s”, patronatos y academias. Mandar es bueno.

Lo malo es enfrentarse en las urnas a un presidente de la república que, pese a todas las dificultades que encontró y otras nuevas que han surgido, mantiene a sus adversarios desperdigados y azorados, siempre bailando al ritmo que él toca, cayéndole atrás a sus iniciativas, sin ser capaces de articular una oposición proponente e inspiradora. Por más metidas de pata del gobierno y por más escándalos que la prensa explote, la oposición luce siempre más empeñada en negociar alguna cosilla particular con el presidente, que en cumplir su imprescindible rol político.

Así, el papel de la oposición deben desempeñarlo ciertos voceros empresariales y unos pocos periodistas, mientras la sociedad contempla con cada vez menos interés cómo, pese a reducirse de haber sido considerado el mejor a ser tenido como el menos malo, el presidente comoquiera juega con los líderes políticos opositores como lo haría un león con presas menores.

Quienes se oponen a la re-elección ni siquiera tienen la cautela de abrevar en fuentes tan útiles como los debates académicos sostenidos durante los doce años de Balaguer, sino que limitan sus objeciones a la denunciada corrupción que resulta de tener candidatos que compiten desde el poder, un fenómeno que no es exclusivo de la presidencia de la república.

Hoy hay anti-reeleccionistas que hicieron lo indecible por perpetuar a Balaguer y a Hipólito Mejía, ambos ejemplos perfectos de cómo la posibilidad de optar por la re-elección no es una garantía de nada. A los presidentes buenos no hay por qué mandarlos a su casa y si resultan malos nadie los re-elegirá.

Los que hoy quieren impedir que Leonel Fernández pueda volver a ser candidato, sea en 2012 o después, no defienden ningún principio, sino que combaten por vías extra-electorales a su más formidable obstáculo para lograr el poder. ¡Qué “gandíos” son!

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