De Padilla a Córdoba

De Padilla a Córdoba

Señor director:

Como «El Nacional» limitó a poco más de una cuartilla mis comentarios a los tres extensos artículos del periodista «fidelista» Ramón Antonio Veras, mi respuesta al embajador de Castro servirá el mismo propósito. Las coincidencias de argumentos no me causan sorpresa.

No estoy de acuerdo con el embajador: todo lo que se aclare sobre Cuba vale la pena. Diatriba es un «escrito violento e injurioso». Ni soy violento, ni he injuriado a nadie.

Conviene exponer los puntos por orden para que no quede nada por aclarar:

Primero: Conocí a Armando Hart, ministro de Educación de Castro, durante la lucha contra Batista, cuando militaba en la Ortodoxia de Chibás, junto a Pardo Llada, Carlos Márquez Sterling, Roberto Agramonte, «Millo» Ochoa, Luis Orlando Rodríguez, Conchita Fernández, Juan Amador Rodríguez, Aramis Taboada y Fidel Castro. En aquella época, Hart no era comunista. Yo no soy el Padilla al que Armandito invitó a visitar Cuba. En ese supuesto caso, yo hubiera rehusado firmemente la invitación. Al igual que cientos de cubanos, yo quisiera volver. Añoro mi Patria, pero prefiero morir en otro país, como decía Martí «sin Patria pero sin amo». Por cierto, el líder de aquel movimiento, Eddy Chibás, era un connotado anti-comunista. El embajador se sorprendería de la verdadera historia de esa época que conozco bien y me tocó vivir.

Segundo: Debo dejar bien claro que no soy, nunca he sido, ni jamás seré anexionista, pero el embajador debe saber que muchos patriotas cubanos lo eran. Ignacio Agramonte, Betancourt Cisneros, Zambrana y muchos más, fueron anexionistas. Tengo pruebas que lo ratifica. Igualmente los autonomistas deseaban continuar como apéndice de España.

Tercero: Cuando era muy joven, no me agradaba machado. Simpatizaba con el ABC por su color verde y la esperanza de una vida mejor. Nunca me agradó Hitler. Despreciaba los uniformes y los militares. He sido contrario a los «auténticos» por corruptos y todos los dictadores: Machado Batista, Pinochet, Stroessner, Somoza, Mao, Stalin, Franco, Perón y Fidel Castro.

Nunca hice política partidista en Cuba. Siempre trabajé en la empresa privada. En las primeras semanas del gobierno de Castro, me pidieron ayuda en la venta del tabaco acumulado en el Fondo de Estabilización encargado al célebre Ché Guevara. En esos días critiqué los errores técnicos en que se incurrió durante la confiscación de pequeños predios a infelices tabacaleros. Tengo pruebas de la época. La producción de la hoja tabacalera declinó tal como pronostiqué. Este hecho concitó el odio de Ché Guevara, aventurero argentino que ordenó mi detención por «contra-revolucionario», acusación preferida de los «fidelistas», en mi caso malvada y mentirosa. Lo digo ahora que no existe peligro alguno para mi vida: Jamás he conspirado para derrocar a nadie. Odio el espionaje contra o a favor de Castro. Nunca me prestaría a espiar para nadie, sin que esto quiera decir que me oculte para denunciar, de frente y al descubierto, lo que considero atentatorio para mi Patria.

Cuarto: No niego, ni negaré jamás, que soy ciudadano de Estados Unidos, igual que cientos y cientos de cubanos y dominicanos que ostentan la doble nacionalidad. La insinuación del embajador es un insulto para esos dominicanos. La ciudadanía se lleva en el alma, no en un pedazo de papel, José Martí y Antonio Maceo eran masones del rito de York. ¿Cómo viajaban Martí Maceo? ¿Con documentos españoles? ¡Jamás! Martí y Maceo siempre viajaron con documentos británicos. Para ellos hubiera sido una deshonra portar un pasaporte firmado por los opresores de la Patria. Soy partidario que cuando tengamos un país democrático y una nueva Constitución, las cuatro generaciones de cubanos que fueron forzados a dejar el país, tengan derecho a la doble nacionalidad. Es lo menos que merece el dolor y el sufrimiento de vivir fuera de la Patria.

Atentamente,

Napoleón Padilla

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