NOCTAMBULARIO
Ser paciente en la espera

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Vas al cine. El objetivo es ver una película de estreno. Pongamos  que elegiste, por ejemplo, Hulk, porque a tu sobrino se le antojó que quería ver esa película tan pronto llegara al país. O una que tu novia o mejor amiga quería ver, porque era loca con la serie que transmitió Telesistema en la televisión local, Sex and the city.

Para colmo es domingo. Seis de la tarde y eliges una de esas plazas comerciales a las que acude “títirimundati” y las salas de cine parecen un hervidero, en donde nos atropellamos unos a otros y los ceños fruncidos son las expresiones más comunes. Haces una fila -interminable- para comprar las taquillas. Obviamente delante de ti hay tres o cuatro niñas de entre 14 y 16 años que se la han pasado hablando de los jevitos que agregaron recientemente en sus respectios facebooks, eso, sin distraerse mientras chatean en sus blackberrys. Toda una proeza.

Olvídate de ir a comprar las ¿palomitas de maíz? O los snickers, porque allí es peor, todo el vivo cree que tiene derecho a quitarte el turno, mientras tú, cívicamente, cedes una y otra vez, para no hacer un escándalo en el mini-market.

Cuando llegas a la sala, el bullicio es impresionante. En el lugar donde puedes sentarte, a ambos lados hay cuatro subnormales que no dejan de hablar. Les pides, por favor, que hagan silencio. Te dicen que ellos pagaron igual que tú y que hablarán todo lo que les parezca. En vez de estallar, ruegas por un poco de paciencia. Pasan casi dos horas, termina la película y te das cuenta que tanta espera y paciencia, no valieron la pena. El filme fue “un verdadero clavo”.

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