El chisme y su contenido de control social

El chisme y su contenido de control social

El chisme es una pauta social que tiene connotaciones duales en el universo simbólico de nuestra cotidianidad.

El contenido dual del chisme se plasma en su rechazo-aceptación en las personas que explícitamente nunca dicen que están “chismeando” y sólo hacen referencia al término cuando es el “otro” que lo hace con expresiones como “esa mujer solo vive del chisme” o “ese hombre es un chismoso”.

El chisme resulta ser conflictivo en dos dimensiones: cuando devela un conflicto entre dos personas generando entonces una ruptura en las relaciones familiares y vecinales; y en la otra dimensión es cuando una persona descubre a su vecina “chismeando” de su vida u ofreciendo informaciones que se supone no deben ser “conocidas”. “Con esa vecina no quiero na’ es muy chismosa”.

El chisme también tiene una función social que está presente en las pautas ocultas o implícitas de convivencia social. Así tenemos que el chisme es el principal mecanismo de información y difusión de la vida cotidiana de la gente en su barrio o en su campo. Todas las personas del barrio/campo acceden al chisme (hombres y mujeres) para conocer e indagar sucesos o acontecimientos que han ocurrido como son: muertes, pleitos, partos, enfermedades o cualquier situación que sea motivo de tristeza o alegría para una familia dentro de la localidad. Así también el chisme produce en forma ambivalente solidaridad y apoyo para los casos de dificultad, enfermedad o muerte.

Los chismes se cuentan diariamente en distintos espacios del barrio o de la localidad. Así tenemos que en espacios como: la pollera, el colmado, el salón de belleza, el juego de domino, el billar o a través del motoconcho se chismea sobre los últimos sucesos de la localidad.

Los espacios de chisme están genéricamente segregados. Los espacios femeninos de chisme son: el salón de belleza y la pollera. Los espacios masculinos, el billar y el juego de domino. El colmado es un espacio mixto cuya segregación esta marcada por los periodos del día, en la tanda matutina con mayor presencia femenina y en la vespertina-nocturna, masculina.

El chisme acerca a las personas en su efecto de flujo de constante de comunicación en el micro-espacio.

La reciprocidad presente en el chisme y en el fenómeno del chismorreo convierte esta pauta en un mecanismo de control social. Las jóvenes y las mujeres del barrio son “controladas” por las vecinas y comadres que a través del chisme se enteran de sus actividades sociales y sexuales y con su uso las sancionan socialmente. “Yo no me atrevo a que me vean con Mario, van a hablar de mi”.

De ahí que el miedo a “el que dirán” o “lo que piensen los demás” funciona como un sistema de control social implícito donde las posibles rupturas a normas culturales en el grupo se evitan o se ocultan por temor al chisme. De esta manera el chisme bloquea las tendencias de cambios culturales en el micro-espacio, barrio, campo o localidad.

Así tenemos que la imagen corporal, el uso de vestimentas adecuadas a las pautas sociales requeridas tiene que ver con este sistema de control social donde nuestra gente se encuentra atrapada en su imagen externa. Romper con modas, o imágenes que favorezcan un mejor estatus dentro del grupo social de referencia no es posible porque el control social a través del chisme y el miedo funciona como sistema de resistencia.

La ruptura con el chisme como sistema social compartido e integrado a la cotidianidad es muy difícil en nuestra cultura social. Esto así porque hay mucha resistencia a la transparencia en las relaciones personales y sobre todo a la confrontación. La transparencia y la confrontación pueden provocar rupturas en el tejido social y por tanto tienen un alto costo en el sostenimiento de la estructura social.

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