La carne, en su despertar de instintos, le gana ya la batalla a la oportuna orientación preservadora de la castidad. O quién sabe si en muchos casos, aún llegando a tiempo el sentido de prevención, los capullos de la adolescencia han de seguir con resbalones que abultan el vientre. Es alto el índice de embarazos precoces.
Estamos en los tiempos del internet sin censura y de vacío de información sobre la conveniencia de dejar ciertos toques corporales para después. Ese marco propicio a comer de la manzana aunque ahora no haya serpientes tiene en contra además el hecho de que los humanos siguen llegando a la vida con unas terminaciones nerviosas fáciles de acelerar. En fin, las mismas razones por las que muchas bisabuelas también comenzaron con prisa los asuntos de Eros.
Hay que tener cuidado con eso de querer culpar demasiado a la modernidad de los embarazos adelantados que en la antigüedad existían también, tanto que el cruzado que no ponía un cinturón de castidad a su consorte antes de ir a la guerra, podía descubrir al regreso que la procreación que él hubiera preferido iniciar personalmente ya iba por la séptima semana.
Incluso creo que ahora hay más recursos que antes para que la nueva generación despierte al sexo poniendo énfasis en la teoría de fotos y vídeos, con conversaciones cargadas de erotismo que encienden pechos pero con mucha distancia de por medio gracias a los teléfonos móviles. En el pasado todos los ritos iniciales se hacían en vivo y directo, sin la anticoncepción del preservativo, tremendamente execrado para entonces, y mucho menos con la píldora del día después, todo lo cual, seguramente, hubiera evitado que hoy la ciudad esté tan poblada.