Leyendo a Gimbernard

Leyendo a Gimbernard

Refiriéndome estoy al violinista y escritor Jacinto Gimbernard, a quien recuerdo en 1950 tocando su Stradivarius en la Sinfónica que participaba en la Semana Aniversaria de La Voz Dominicana, bajo la batuta del maestro Alfredo Antonini. Me parece ver al maestro Antonini felicitando al virtuoso joven Gimbernard.

Ahora paso a lo del título “Leyendo a Gimbernard”. Me refiero a “Estampas del Ayer”, artículo publicado en “HOY” el sábado 19 de julio y dedicado al galeno y filántropo Heriberto Pieter Bennet, de quien bien dice el articulista “la disciplina y la comprensión y acción a favor de los necesitados, constituían fuerzas parejas e interaccionantes”.

El artículo de Gimbernard me impactó de tal manera que las cosas que conocí en el pasado relacionadas con el doctor Pieter, comenzaron a aflorar a mi memoria.

Así recordé lo difícil que resultó para Pieter ingresar a la Universidad, que a la sazón tenía como rector a un caballero que decía que mientras él fuera el rector de esa alta casa de estudios, a ella no ingresaban  ni negros ni guardias.

Pieter era las dos cosas, negro y guardia. El era músico de una banda militar.

Pieter salió triunfador y logró inscribirse en la facultad de medicina.

Y algo que merece ser relatado es la participación del doctor Pieter en el terrible e infortunado “Caso de Cayo Báez”. Este fue un joven de un campo de Salcedo, que cuando la invasión yanki del 1916 cayó en manos de los trogloditas mayor César Lora (dominicano) y capitán Charles Bockalow (norteamericano). Estos querían que el apresado dijera dónde se escondía Luquitas Camilo. Él no sabía nada y nada podía decir. Los dos bandoleros quemaron con machetes al rojo vivo al infeliz campesino. Entonces Virgilio Trujillo, que era maestro de una escuela rural de Salcedo, vistió de mujer a Cayo Báez y de madrugada se lo llevó a San Francisco a Pieter, que ejercía su profesión en esa ciudad. El galeno, que ejercía a manos llenas la filantropía, se hizo cargo del masacrado campesino. Lo curó y como fotógrafo que era sacó las fotografías que hablaban en el mejor de los idiomas, de las crueldades y caballerías que en la República Dominicana cometían los soldados del presidente Woodrow Wilson.

Las fotografías de Pieter muestran las sevicias con que actuaron los pirómanos César Lora y Charles Bockalow.

Con su actuación en contra de Cayo Báez, Bockalow puso a flamear a los vientos de Salcedo y Macorís, la divisa de su bandera “In God We Trust”.

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