“Arquitectura Dominicana”
Un recorrido  por  obras  de
eminentes arquitectos ( 1906- 1950). 

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ÁNGELA PEÑA
Enrique Penson Paulús consideró una injusticia que pasara el tiempo y el país y el mundo no conocieran quienes diseñaron tantas edificaciones importantes. Pero además de ser homenaje a arquitectos, ingenieros, alarifes, dibujantes, diseñadores, delineantes, sus dos tomos de “Arquitectura dominicana 1906-1950” son un emocionante paseo por el esplendoroso pasado arquitectónico de la República que permiten conocer facetas de la historia política, económica, social, cultural, amorosa, nunca antes publicadas.

 Porque hablan la fastuosidad, el lujo, la ubicación, los estilos y materiales, sencillez o propietarios de esas obras. El autor no se limitó a retratarlas, reproduce planos, constructores, direcciones, compartimentos, dueños de esos chalets, mansiones, casas, residencias familiares, cines, colegios, escuelas, hospicios, clubes, salones de baile, mercados, hospitales, templos católicos y evangélicos, hipódromos, oficinas, palacios de gobierno, facultades universitarias, secretarías de Estado, cárceles, parques, portales, logias, capillas, bancos comerciales, balcones, techos, ventanales, teatros, faros, basílicas, apartamentos, cementerios, estaciones de policía, gasolineras, fábricas, hoteles, pasarelas sobre calles, casinos, fortines soterrados, palacios de justicia o del extinto Partido Dominicano, conventos religiosos, guarderías, centrales lecheras, galleras, internados, monasterios, avenidas, emisoras…

 A quienes han vivido esos 44 años les resultarán familiares los inmuebles de Trujillo en Fundación, El Cerro o Najayo que están ahí como proyectos y en sus fases finales, pero se sorprenderán al ver que el Generalísimo tenía también otras viviendas, discretamente reservadas y que el laborioso investigador ahora saca a la luz, como las de Palmarejo, Borinquen y otras entonces conocidas solamente como “Casas en el campo”. Henry Jean Edward Gazón Bona, Mauro Estrella, Margot Taulé, Guido D’Alessandro, Alfredo González, entre otros, fueron sus ingenieros o arquitectos.

 De Héctor B. Trujillo, hermano del tirano, figuran residencias en las avenidas George Washington y Máximo Gómez, y en la “Doctor Báez” como proyectos realizados por D’Alessandro, Mario Ramaccioti, Luis A. de Pool, J. A. Caro. Otras propiedades de esa familia son las casas de Julieta Trujillo de Saviñón, Flor Trujillo de Brea y de Virgilio Trujillo, en la César Nicolás Penson, esquina Duarte, diseñada por el arquitecto Mario R. Lluberes.

 Sobre las del llamado “Jefe” comenta el autor: “Este libro toca la Era de Trujillo, y en esa época las casas que él hizo para sus amoríos no pasaban por Obras Públicas, los arquitectos no mencionaban su nombre. Eso se iba a perder, el arquitecto Gazón me mostró esos planos, casi todas están en San Cristóbal y sus alrededores, algunas pertenecen hoy al Estado”. Gazón también le permitió copiar numerosas fotos y otros planos.

 Don Enrique, afanoso y emprendedor profesional que aún trabaja diseñando y analizando materiales de construcción en su “Laboratorio de Ingeniería”, ilustra y escribe el historial, también, de las propiedades de Martín de Moya, el comercio de José Bosch, en la avenida Mella, el colegio Corazón de Jesús, de Santiago, los apartamentos de Francisco Benzo, de 1937, en la José Gabriel García, la casa de Luis J. Sued en “El Caimito”, de Santiago, dibujada por José Flores y Octavio Paulino y el cine que le hicieron LF Álvarez y F. S. Pimentel, en aquella ciudad, en 1938.

  El Country Club, reconstruido en 1937 por B. De Trueba, el refugio de Baduí M. Dumit, en la calle “Presidente Trujillo”, delineado por José Casanova, en 1937, del teniente coronel Leyba Pou, por los arquitectos M. Pou Ricart, la casa de Porfirio Herrera en la Pasteur con Independencia, el negocio que Oscar Fernández Miñoso dibujó para Manuel Fernández González en la Gabino Puello, ponen a transitar por el ayer, lamentar las transformaciones o sorprenderse del contraste entre lo que alojaron en sus orígenes y en lo que los han convertido.

 La misma impresión queda al apreciar el Edificio Paliza, en la Nouel con Palo Hincado, la residencia del Benigno del Castillo, construida por Octavio Pérez Garrido en la Santomé, en 1939, la de Juan Vicens, en Barahona, la que diseñó F. E. A. de París a Juan Bautista Vicini en Boca Chica, la de Paíno Pichardo, en la avenida Independencia o el proyecto de casas que diseñó y describió en inglés Rafael Bonnelly G. en Sosúa.

 Hay varias mansiones que fueron de Francisco Martínez Alba; están la de Cristina Roques de Despradel en la “calle Duarte esquina Sabana Real”; de Frank Félix Miranda, Virgilio Díaz Ordóñez, del teniente coronel Fausto Caamaño, en la México esquina Galván, del general Federico Fiallo, en la Independencia, de Antonio de la Maza, en Moca, de Carmelita de Peña Batlle, en la avenida Francia, de Domingo Marranzini, en la Pasteur, diseñada por el ingeniero Roberto Pastoriza, de Andrés Brugal, en la carretera Isabel de Torres y el proyecto de reforma de fachada que L. F. Álvarez hizo a la residencia de María viuda León en la calle “Julia Molina”, de Santiago.

 Durante 18 años el ingeniero Enrique Penson  anduvo el país con su vieja Kodak y planos en mano, localizando y retratando las edificaciones que acompañan dibujos y textos contenidos en más de mil páginas y que aunque no lo dice el título de la obra, sobrepasan el 1950. Hay sorpresas como el cementerio y la parroquia Israelitas de Villas Agrícolas o los edificios que en 1943 construyó Virgilio Gómez Pina.

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