SERGIO SARITA VALDEZ
De niño, por allá por la década de los años cincuenta del pasado siglo XX veía transitar por la carretera que conduce de Puerto Plata a Santiago unos camiones que iban y venían atiborrados, tanto de productos agrícolas de la zona como de mercancías provenientes de la ciudad.
Siempre recuerdo tres letras estampadas por delante y por detrás que identificaban esos vehículos de carga. Se leía a distancia GMC. Como es característico de los párvulos de esa edad, pregunté por el significado de esas siglas y un hombre maduro y sosegado me respondió: Grande, Malo y Caro. Luego me enteré que realmente se trataba del nombre de la casa productora de vehículos de Detroit, la General Motors Company. Dicha anécdota viene a colación a propósito del tema que trato a continuación.
La revista norteamericana The New England Journal of Medicine trae en su número correspondiente al 7 de febrero de 2008, un interesante escrito de Robert Kuttner, co-editor de American Prospect. El artículo habla del costo de las atenciones de salud en los Estados Unidos. Destaca que en el 2006 hubo un incremento de 6.7% en el gasto sanitario y que el desembolso total para dicho renglón fue de 2,100 billones de dólares, equivalente al 16% del producto interno bruto. Esto significa 7,000 dólares anuales por cada habitante. Para el año 2013 se calcula que las atenciones en salud subirán a un 20 por ciento.
Lo triste de la panorámica norteamericana es que esa enorme inversión no se refleja en mayores y mejores atenciones para su población. Expertos han determinado que entre una quinta y una tercera parte del gasto sanitario en nada beneficia a los pacientes. Un lote de ese dinero lo engullen en forma de beneficio las grandes casas farmacéuticas, las compañías aseguradoras privadas y la empleomanía utilizada en cobro y mercadeo. Se argumenta que las demandas médicas, la práctica defensiva, el uso desmedido de la alta tecnología, los nuevos fármacos y el exceso de pruebas de laboratorio contribuyen a elevar incesantemente los costos médicos.
Serios estudios han demostrado que poniendo en ejecución simples protocolos de manejo para diabéticos, hipertensos, obesos y asmáticos, el uso de mamografías, vacunas pediátricas, cambios dietéticos y ejercicios físicos regulares se obtendrían a menor costo, mejores resultados en la calidad de vida familiar e individual. Habría una mayor satisfacción en los usuarios y menos gasto, si los verdaderos propósitos de la inversión no tuvieran como norte principal la ganancia de empresarios e industria farmacéutica, sino la de aumentar la cobertura y la calidad de los servicios de salud primaria, así como la promoción de hábitos saludables en niños, adultos y ancianos. Reina la costumbre de ordenar pruebas sofisticadas, dedicando poco tiempo a escuchar al enfermo, pero sí muchas horas de angustias médicas en los tribunales.