Ciudadanos y consumidores

Ciudadanos y consumidores

La clase política dominicana, autoritaria y centralista, desde la Colonia hasta nuestros días, ha explicado siempre nuestra historia de manera unilateral como el resultado de la acción de las élites dirigentes, olvidando que la sociedad está formada por dirigentes y por dirigidos.

Así, por definición, los dirigidos han sido relegado al mundo de las sombras: han sido las masas, seres anónimos, informes, numerados, los de abajo, los parias. Grave equivocación, histórica y cultura que nos mantiene en la pobreza física y mental.

Sin los de abajo no hay producción ni consumo. No hay riquezas posibles: Ni materiales ni espirituales. Este período de globalización, exhibiendo un vulgar materialismo, reivindica ahora a los de abajo con un tierno sobrenombre: consumidores. Así, los dominicanos seríamos 8 millones de consumidores, no 8 millones de ciudadanos, con nuestros derechos, deberes y proyectos.

En la escalera social el hombre es un ser que desea, arriba o abajo.

Sobre el particular Octavio Paz nos dice: «el desarrollo no significa progreso cuantitativo únicamente, ante todo es, y podría ser, solución al problema de la convivencia como una totalidad que incluye tanto el trabajo como el ocio, el estar juntos y el estar solos, la libertad individual y la soberanía popular, la comida y la música, la contemplación y el amor, las necesidades físicas, las intelectuales, las pasionales».

Ese es un ambiente propicio de ciudadanos libres y creativos. Ahí el hombre no es un simple consumidor.

Pero vive un mundo de desigualdades extremas. Las clases dirigentes de países pequeños acatan los disparates económicos y culturales de las clases dirigentes de las grandes naciones.

Hillary Clinton, entonces primera dama y actual senadora de los Estados Unidos, denunció en Florencia a la globalización como «una amenaza a la cultura», en el curso de una conferencia internacional sobre el valor de la cultura en los países en desarrollo. «La globalización, dijo, de por sí no es buena ni mala: Internet y los satélites han acercado al mundo, garantizando mayor conocimiento y capacidad de vivir mejor, pero la globalización puede amenazar las tradiciones y la cultura y crear consumidores en Vez de ciudadanos».

Las palabras de la primera dama de los EE.UU. contra la masificación de los gustos y las referencias culturales fueron interpretadas por numerosos asistentes como una crítica o mejor una autocrítica a la «norteamericanización» del mundo.

Por su parte el escritor mejicano Carlos Fuentes nos dice: «Ya hay dos mil millones de pobres en el mundo. Sólo en América Latina una de cada cinco personas padece hambre y la mitad de la población de latinoamérica, vive o sobrevive como menos de 90 dólares al mes.

Corremos el peligro de crear una subclase estructural permanente, excluida de las bondades de un sistema de darvinismo global, que sólo beneficie a los más aptos y deje a la vera del camino a los que se queden atrás de la carrera: la creciente masa de marginados. La República Dominicana se formó, al decir del profesor Juan Bosch, sobre la base de una sociedad de castas: gente de primera, de segunda y el pueblo propiamente dicho.

Esta división de castas, oligárquica, empalma muy mal con el proceso actual de globalización que se implanta en todo el mundo. Para nuestro país, para los 8 millones de ciudadanos dominicanos, aceptar el proceso de globalización sin los ajustes necesarios, sin un Proyecto nacional propio, sería lo mismo que reiterar nuestros errores del período colonial y del período republicano: reconocer una vez más, de manera equivocada, que hay culturas superiores y culturas inferiores, pueblos superiores y pueblos inferiores, ciudadanos superiores y ciudadanos inferiores.

Si así lo hacemos, crearemos consumidores en vez de ciudadanos, seguiremos padeciendo del complejo de Guacanagarix. ¿Que es un ciudadano?: es alguien capaz de gobernar y ser gobernado, al mismo tiempo.

Todo el mundo es capaz de gobernar y ser gobernado de manera institucional. La política es un asunto de ciudadanos libres, no de élites políticas corruptas, de brujos modernos, de seudoespecialistas, sino de hombres simples organizados de manera institucional, en los campos y ciudades.

Un ciudadano es un ser que dialoga, que reflexiona, que incorpora talentos, demócrata, planificado, con un nivel intelectual suficiente para vivir en armonía, consigo mismo y con la sociedad en que vive. No es un simple consumidor, es un creador. Un creador.

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