La presencia haitiana en el país

La presencia haitiana en el país

FRANCISCO ALVAREZ CASTELLANOS
El problema es de una gravedad que el 98 por ciento de los dominicanos no comprende y, lo que es peor, no hace nada por comprenderlo.

En los últimos días hemos entrado en contacto con la situación que se está viviendo en provincias del Nordeste, para no hablar del mismo centro del Cibao. Cada día que pasa oleadas de haitianos llegan a esas regiones para trabajar básicamente en dos áreas: la industria de la construcción y la agropecuaria. Dicho de otro modo, cada 24 horas el país, fundado por Duarte, Sánchez y Mella y refundado por Gregorio Luperón (aunque le «rechine» a José Báez Guerrero), se «haitianiza» más y más ante la increíble indiferencia de la mayoría de los dominicanos y la inmensa ambición de aquellos que les abren la frontera cuando su deber es cerrarla.

Hago constar que yo, personalmente, siento una gran pena por nuestros vecinos. Haití ya no es una nación sino un «conglomerado humano», como dijera Juan Bosch hace unos 30 años. Estados Unidos, Canadá y Venezuela insisten, «a la chita callando», en que los dos países que se dividen la Hispaniola se unan en un solo país.

Y eso, señores, no solamente es un imposible, sino que sería una traición a la patria tan grande, que convertiría el Panteón Nacional en algo sin sentido y el Grito de Capotillo en un silbido inaudible.

Somos dos países diametralmente opuestos. Hablamos distintos idiomas, y desde que el nunca bien depuesto Jean Bertrand Aristide (antiguo sacerdote salesiano) dispuso que el «vudú» fuera la religión oficial de ese pueblo, la brecha que nos separaba se hizo más ancha.

Y, que conste, tengo desde hace muchos años muy buenos amigos haitianos. Hay uno, en especial, el periodista y doctor Raymond Beauliau, que pudo haber llegado a la Presidencia de su patria, pero tuvo que huir con su familia a California, porque de no hacerlo el feroz y temido «Papa Doc Duvalier» lo hubiera asesinado.

Por todo ello, ¡ hay que hacer algo para, primero, deportar de nuestro país a todo haitiano que se encuentre aquí de forma ilegal y, segundo, hacer lo que sea para que nuestra frontera sea impenetrable.

Yo tengo varias ideas al respecto.

Primera, ¿para qué mantener un ejército bien armado, con «caballería aérea» y todo eso, si desde el 1863 no hemos estado en guerra con nadie, excepto con nosotros mismos? Entonces, estacionemos cuatro brigadas desde Pedernales hasta Dajabón, y hagamos responsables a los jefes de esas brigadas por cada haitiano que cruce nuestra línea fronteriza ilegalmente.

Segundo, levantemos un muro que sea inaccesible a los vecinos a lo largo de toda la Línea, pero sin sacar a las cuatro brigadas ya citadas de sus puestos fronterizos para que hagan el trabajo que tienen que hacer.

Si no hacemos lo que digo, o cualquier otra cosa lógica que se le ocurra a alguien, dentro de 20 o 30 años no tendremos nación, no tendremos patria.

Pero hay algo también que tenemos que enfrentar. ¿ Por qué la mano de obra haitiana está sustituyendo a la dominicana ? Verdaderamente no es el haitiano el único culpable. Hay otro y ese el obrero dominicano que ha abandonado el campo para irse a la ciudad, y si no lo ha hecho se ha convertido en motonchista, trabajo suave, descansado, en el que no se suda y en el que se gana buen dinero, aunque el combustible esté caro, porque esto se compensa con un pasaje más caro.

Además, la ley contra la vagancia, que tan respetada y temida fue en tiempos de Trujillo (recuerden el sisal de Azua, a donde iban a parar los vagos consuetudinarios), hay que ponerla nueva vez en vigencia, olvidándonos de todos los códigos que existan. Hay que restringir el motoconchismo, que viéndolo bien es un real peligro, tanto para el «piloto» como para sus pasajeros.

Ahora, si este gobierno y los que lo sucedan no toman las providencias necesarias para evitarlo, nuestros hijos y nietos estarán hablando «patois» en pocos años, asistiendo a las salvajes ceremonias del «vudú» y nuestra historia será borrada de un plumazo por los «nuevos ciudadanos».

¿ Podemos permitir los dominicanos de hoy que esto suceda ? Respóndanse ustedes mismos, amigos lectores. esta pregunta y actúen en consecuencia. Y no les pido acciones violentas, no. Solo pido, por favor, que protestemos constantemente ante el gobierno que sea, que mantengamos al pueblo enterado de lo que está pasando, para que en el mañana esa indiferencia de la que hoy hace gala, no les pese.

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