La justicia del gas licuado

La justicia del gas licuado

La justicia se ha hecho sentir en lo que tiene que ver con la distribución del gas licuado de petróleo, gas natural que antes injustamente sólo se utilizaba para cocinar, valga decir, para que las mujeres pudieran dedicar más tiempo al teléfono y a la televisión. Ahora justicia divina ese gas ha llegado masivamente hasta los nobles carros de concho para aliviar no solamente su peso, sino también aliviar la sed de esparcimiento y cerveza de los sacrificados conductores públicos.

Había que ver cómo resultaba de caótica y traumática la distribución de gasolina en todos sus sitios de expendio, cuando ésta era el casi único recurso combustible para el movimiento del transporte público, tanto en la ciudad capital como en las demás ciudades del país.

Gracias a la bondad del Estado, el gas licuado de petróleo subsidiado solo e injustamente para el consumo de las amas de casa ahora llega subsidiado también hasta todos los carros del transporte público que quieran utilizarlo. Y no solamente los carros porque se mantendría la injusticia sino también todos los minibuses del transporte público que quieran utilizarlo y en la cantidad que quieran.

Como evolución lógica del pensamiento económico ahora los choferes públicos tienen la libertad emanada de la democracia de pagar por gas y cobrar por gasolina. Es decir, como justa consecuencia del crecimiento intelectual en torno al manejo económico, los choferes han descubierto que si usan gas licuado (más barato) y cobran el pasaje como si estuvieran usando gasolina (más cara), van a tener un sustancial incremento en sus ganancias diarias, lo que redundará en crecimiento de su calidad existencial.

Naturalmente, para sostener esa mejoría en su calidad de vida, habrá que motivar uno que otro sacrificio, como por ejemplo protestar (los choferes) por el aumento de la gasolina; aumentar (los choferes) el precio del pasaje; declarar a la prensa (los choferes) su disposición de irse a la huelga; y pagar (los pasajeros) cada vez más por el transporte. Como puede verse, ese sacrificio se comparte solidariamente entre pasajeros y choferes.

Otro logro obtenido es que propietarios de carros privados también disfrutan de esta conquista social y económica de los choferes públicos llenando sus tanques del gas subsidiado por el Estado sólo para las amas de casa (injustamente, como ya dijimos).

Finalmente, uno de los mayores éxitos de la distribución del gas licuado de petróleo ha sido el crecimiento de la oferta de transporte público, pues se han sumado al servicio (y al consumo de gas) todos los carros que llegaron al país desde la gesta de Constanza, Maimón y Estero Hondo, hasta el cierre de Baninter. Y claro, ningún partido político va a oponerse a estos “logros” corriendo el riesgo de perder los votos choferiles.

[b]Un árbol monumental[/b]

A la salida de la ciudad de Barahona hacia Batey Central se encuentra un árbol que en realidad es el único monumento natural con que cuenta esa ciudad.

Se trata de un copey (creo que es un copey) que para rodearlo se necesitarían unos 10 ó 12 hombres. Pero en realidad no es hombres lo que se necesitan para darle a este árbol un reconocimiento como monumento, sino una simple disposición del Ayuntamiento, siempre y cuando el síndico de Barahona permita la entrada en su cerebro de que manifestaciones naturales como éstas son dignas de mejor admiración.

La idea es dotar a este sitio, específicamente en torno al árbol en cuestión, de una baranda que lo circunde, digamos, a 3 metros rodeando el árbol. Colocar además varios bancos frente al árbol (rodeándolo, no de espaldas a éste) sobre un piso de concreto que parta desde la baranda (sin cubrir las raíces del árbol), y colocar una tarja en piedra (no en bronce, para que no se la roben), señalando la especie del árbol, la edad aproximada, las dimensiones al momento de colocar la tarja, la fecha en que se coloca ésta, y, naturalmente, el nombre del síndico del que ha partido la iniciativa.

Así, Barahona tendrá otro atractivo que levantar en su favor, el síndico podrá hacerse campaña y los barahoneros tendrán otro sitio para ir a solazarse y hasta conversar sobre la importancia de los árboles y de éste árbol en particular.

[b]Tatica juega, Fellito corre[/b]

Ustedes seguro se acordarán de aquel libro de la escuela primaria llamado “Tatica y Fellito”, en él ambos protagonistas eran mostrados en actividades normales de niños: jugando, corriendo, estudiando, leyendo, paseando, etc.

Parece que en la República Dominicana esos tiempos nunca van a llegar, puesto que nuestros niños siguen sometidos a tareas de adultos, y aquella frase de José Martí: “Los niños nacen para ser felices”, seguirá siendo una quimera en nuestra sociedad.

En la carretera que va desde la ciudad de Barahona a Salinas encontramos estas dos estampas, relativamente comunes en nuestros campos y ciudades del interior: Jovanny Félix Leonte, sembrando plátanos, y Julieta Félix Pimentel, aplacando el polvo de la carretera.

Jovanny, mientras sembraba, “ayudado” por dos pequeñitas, nos explicaba el proceso de siembra, desde la separación de las cepas hasta el cuidado de las matas. Julieta, por su lado, nos explicó el esfuerzo que tiene que realizar para evitar que el polvo inunde su casa, utilizando agua para rociarla varias veces al día en el frente.

Pero no sólo ellos trabajan en Salinas, de Barahona, Mayra Connors Beltré y muchos otros niños y niñas de Salinas, dedican sus añitos a muchas actividades de adultos, principalmente luego que la actividad económica de Barahona se vio severamente reducida por la quiebra del azúcar que durante el gobierno de Leonel Fernández afectó a todos los ingenios del país y particularmente aquí al ingenio Barahona.

[b]¿Parará esto alguna vez?[/b]

Las veces que he visto escenas como ésta en la carretera no tiene número. Yo he visto hasta cuatro personas sobre una moto, además del condenado motorista, y una de ellas llevando un niño colgando a cada lado, como si se tratara de serones o árganas.

La pregunta tiene que venir a cuento porque cómo es posible que ninguna autoridad pública, sea Amet, la Policía Nacional, el Ejército Nacional, ni siquiera los bomberos, se encarguen de establecer prohibición a esta forma de transporte de niños, principalmente.

De verdad que no se entiende cómo es que ninguna persona sensata y de alguna influencia en cualquiera de las instituciones mencionadas, no ha encaminado esfuerzo alguno para detener esto ya. Cómo es que ni los gobernadores y gobernadoras, síndicos y síndicas, o cualquier autoridad se haga de la vista “global” frente a esta barbaridad.

No puede esperarse jamás que la iniciativa para la seguridad de la gente va a venir de los motoconchistas, ni pensarlo. Pero estos grupos sobre dos ruedas pasan frente a chequeos militares y policiales en las carreteras, y éstos ni se inmutan. Yo creo que es porque cobran algún peaje especial.

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