La transparencia que nos falta

La transparencia que nos falta

Si usted conoció a Luis Oráa San Martín, S.J., sabe que Luis era un hombre transparente. Usted le daba a leer un artículo y le pedía su opinión. Y Luis leía, y al rato, le decía: ¡esto es una chapuza! Así, sin maldad, sin ofensa con la sinceridad de las almas buenas.

Jesús fue un hombre transparente. El Evangelio de hoy nos lo presenta exhortando así a sus discípulos: “Lo que les digo de noche, díganlo en pleno día, y lo que escuchen al oído pregónenlo desde los tejados” (Mateo 10, 26 – 33). El mensaje de Jesús estaba tan lleno de verdad y de luz que se podía gritar desde los tejados, el punto más alto de aquellos pueblitos de la Galilea del siglo primero.

Lamentablemente, la credibilidad de la jerarquía católica se ha visto cuestionada en estos últimos tiempos. Una de las primeras medidas del Papa Francisco ha sido trabajar por garantizar la transparencia de las finanzas del Vaticano.

Entre nosotros, está claro que la justicia puede tardar años en fallar sobre un crimen. Está oscuro por qué no se discute y se aprueba la ley de partidos. Está claro que la campaña ya inició, más de dos años antes de la justa electoral.

El 27 de febrero del 2011, nuestros obispos denunciaban con transparencia nuestra situación: “En este estado de incertidumbre, desigualdad social, pobreza, delincuencia, deficiencia educativa, violencia, impunidad, destrucción y contaminación del ambiente, pérdida de valores e identidad, no puede haber una convivencia humana digna”. En esta situación de atracos, sicariato, narcotráfico, participación de autoridades en actos delictivos, corrupción administrativa, politiquería clientelista, inseguridad ciudadana, no podemos construir un país libre, soberano e independiente, tal como lo soñara el Padre de la Patria, Juan Pablo Duarte (No. 24). La transparencia no tiene sustituto.

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