A 40 años: un cascarón de nación

A 40 años: un cascarón de nación

FABIO R. HERRERA-MINIÑO
Los jóvenes oficiales militares que el 24 de abril de 1965 explotaron en justa indignación para que el país retornara a la constitucionalidad cercenada el 25 de septiembre de 1963 no soñaron en ese momento que su sacrificio e ideales serían tirados por tierra por la camada de políticos ambiciosos y militares inescrupulosos, que disfrutaron de esos afanes patrióticos para dejarnos, a 40 de años de su ocurrencia, una nación convertida en un cascarón moral y cultural.

Las lecciones que se desprenden de aquellos momentos de angustias y heroísmo en que las calles de la zona colonial y norte de la capital se empaparon con la sangre de jóvenes que lucharon ilusionados e inspirados por lo que ya se había vivido en Cuba, y aquí, a rajatabla, es que trataron de sanear a una sociedad en que sus más conspicuos dirigentes se habían aprovechado de lo que fuera la herencia de la era de Trujillo, con el lavado y santificación de empresas y apoderamiento de propiedades y fortunas de quienes fueron desalojados del poder por otro grupo dolido y golpeado moralmente que le había puesto fin a la tiranía en mayo de 1961.

Aquellos lejanos días de abril de 1965 perduran en el recuerdo de quienes, al ver la desigualdad de la lucha, tanto la bélica como la de los intereses, culminaron finalmente en un gobierno provisional que sin dudas fue estructurado para dejar fuera a quienes habían sido los más señeros luchadores en una guerra que con sus tientes románticos, pretendió enderezarnos cívica y moralmente.

Los 40 años transcurridos desde esa tarde de abril han servido de sendero para ver cómo un país se deteriora, y transforma sus ideales civilistas por los de los intereses de hacer fortunas, no importando los medios y convirtiendo a Dominicana en un santuario para quienes les gusta enriquecerse y vivir al margen de la ley.

La tragedia de esos 40 años, después del sacrificio de tantos valiosos jóvenes y los que luego fueron ultimados por fuerzas incontrolables atrapadas en la prehistoria, cuyo objetivo era apoderarse de la nación para usufructuar sus riquezas, es que estas últimas casi lo han logrado por tan solo quedar un pequeño reducto de valores que cada vez se ven más atrapados y viendo el colapso de la nación.

En estos 40 años el basamento para que una sociedad pueda construir su estructura de desarrollo ha sido sistemáticamente destruido desde aquellos días de los años 60, cuando el sistema educativo fue infiltrado con la introducción de los elementos para evitar que el país recibiera a millares de jóvenes bien preparados, y por el contrario, fueron peor orientados a buscar una prosperidad en base al atropello y al dolo, ahora matizados por las riquezas que aporta el narcotráfico.

La educación se convirtió en el objeto primario de los hábiles estrategas que destruyeron los cerebros para que cada generación, surgida desde 1965 fuera cada vez más cretina e inculta para dejarle campo abierto al abuso, como se vivió tan solo hace pocos meses con una sociedad permeada por el narcotráfico; fuimos saqueados por nacionales y extranjeros y el país se ha doblegado a los busca fortunas, arrollando los valores que antes eran tradicionales y valiosos de los dominicanos.

El derrumbe de la educación ha empujado al país a convertirse casi en un cascarón sin moral y esperando tan solo que las fortunas derivadas del narcotráfico salpiquen a mayores grupos sociales, de manera que eso casi se logró en los primeros 4 años del siglo XXI. Hoy las escuelas están convertidas en campo de concentración de infantes y jóvenes donde los valores morales y de civismo se han convertido en ver cómo se hacen fortunas o se sale de la pobreza; en un sector se traduce en más violencia y en otros en engaños al fisco y depredación de los recursos públicos, como se ha visto en estos días, cuando se descubren con frecuencia millonarios contrabandos de bebidas e inversores evadiendo el fisco. Pese a que se publicitan, casi nunca se sabe si finalmente son condenados o es que se llegan a acuerdos por debajo de la mesa, como es tradicional en el país, y que los pendejos, que es la mayoría del pueblo, continúe creyendo que vivimos en una democracia y en un estado de derecho.

Cuarenta años han sido más que suficientes para desnudar a las generaciones de dominicanos que, arrollando lo poco valioso que le queda al país, se han aprovechado de los recursos. El sacrificio de valiosos jóvenes, en abril de 1965, fue en vano; su sangre solo ha servido para alimentar a los corruptos que han usufructuado a la nación desde entonces.

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