A 45 mil pies

A 45 mil pies

Para la tranquilidad de muchos, les informo que la regla de oro en la aviación es que no se debe despachar ningún avión bajo condiciones meteorológicas severas, ni tampoco hacia un destino con estas condiciones.

Sin embargo, en un vuelo, podemos encontrarnos con una zona de turbulencia provocada por el cambio de dirección y/o velocidad del viento, la cual puede producir cambios repentinos en la trayectoria de la aeronave y pérdidas en la sustentación.

Estas turbulencias pueden clasificarse en ligeras, moderadas y severas. En las primeras, el avión se mece frecuentemente hacia los lados y los pilotos deben controlar  los mandos de vuelo. Las segundas provocan un cambio en la trayectoria, haciendo también que el avión cabecee, se balancee y esté sujeto a cambios verticales bruscos donde la tripulación debe actuar con fuerza sobre los mandos para mantener la línea de vuelo y el equilibrio. En las últimas, que son las severas, la aeronave se separa bruscamente de la trayectoria, cabecea, se mueve violentamente y obedece los mandos con dificultad.

La mayoría de las turbulencias pueden ser identificadas desde antes de empezar el vuelo, excepto por la que puede sorprender a la tripulación por no estar asociada a nubosidad. Esta se llama turbulencia aérea en aire claro o CAT (Clear Air Turbulence). Ocurren en los niveles más altos de la atmósfera (30,000 pies) y una forma de ubicarlas es a través de los PIREPs o Pilot Reports que son informes de condiciones meteorológicas encontradas en vuelo por los pilotos que las transmiten por radio a la estación de tierra, donde el mensaje se codifica para ser enviado a las oficinas meteorológicas y otras unidades de servicios de tránsito aéreo.

Otro tipo de turbulencia son las cizalladuras del viento (windshears), que representan un grave peligro en el aterrizaje o despegue de las aeronaves porque se encuentran a poca altura con respecto al suelo, lo que hace difícil  maniobrar y mantener el control. De hecho, este fenómeno atmosférico ha costado la vida de cientos de personas por lo que muchos aeropuertos tienen cerca de las cabeceras de las pistas radares doppler, que son detectores de cizalladuras, para advertir a la tripulación si es seguro el aterrizaje.

Para los pasajeros, lo recomendable es mantenerse con el cinturón de seguridad puesto durante todo el vuelo, ya que la naturaleza es impredecible y cualquiera de estos eventos podría desprenderlos de los asientos y, como en muchas ocasiones, salir lesionados. En definitiva: pueden estar tranquilos, los aviones están diseñados para resistir la mayoría de las turbulencias.

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