Los auxiliares de vuelo o TCP (tripulante de cabina de pasajeros), anteriormente conocidos como azafatas o aeromozas, cumplen un papel importante en la industria aeronáutica. Son la cara de la aerolínea durante el vuelo y, contrario a lo que se pueda pensar, su preparación va mucho más allá de sonreír y servir tragos y comida.

Ellos o ellas nos acompañan desde el año 1911 para hacernos cada vuelo una experiencia placentera y segura.

El ejercicio de esta profesión exige un mínimo de 5 pies 2 pulgadas de estatura en las mujeres o 5 pies 6 pulgadas en los hombres, con un máximo de 6 pies 2 pulgadas. En cuanto al peso, la mayoría de las aerolíneas han cedido luego de muchas demandas por discriminación, de manera que son bienvenidas personas hasta con cierto sobrepeso, siempre y cuando sean hábiles. Vale reconocer que algunas empresas todavía persisten con este tipo de restricción.

Entre las capacidades mínimas que debe tener un TCP están: hablar por lo menos dos idiomas y poder nadar 100 metros en un máximo de 2 minutos 30 segundos. Además, se les entrena para bucear hasta 8 metros de profundidad, rescatar personas y encender luces de bengala en el agua.

Estos auxiliares de vuelo, de igual manera, tienen conocimientos básicos de aviación, como aerodinámica, física, meteorología, mecánica, psicología de aviación, derecho aéreo, geografía, mercancías peligrosas, protocolo, medicina aeronáutica y muchas otras disciplinas que son evaluadas en un examen teórico y otro práctico.

Los aviones con diecinueve asientos o menos no están obligados a contar con el servicio de auxiliares. Sin embargo, de veinte asientos en adelante la norma es que haya, por lo menos, un sobrecargo por cada cincuenta asientos.

Todo esto nos ilustra sobre las exigencias y complejidades que involucran las diferentes tareas desempeñadas por el personal de la cabina de pasajeros, lo cual debe contribuir a que nos sintamos seguros y confiados cuando disfrutamos de un viaje en avión.