Justo la noche del 31 de diciembre de 1958, el dictador cubano, huye despavorido de Cuba, tras ser asediado por las tropas comandadas por Fidel Castro con rumbo hacia la República Dominicana.
Los ataques a los cuarteles del 26 de julio de 1953 fueron los eventos que iniciaron el movimiento que más tarde se convertiría en la Revolución Cubana, obteniendo la victoria y derrocando la dictadura de Batista.
Pese a que esperaba receptividad y empatía, estando en territorio dominicano, Rafael Leónidas Trujillo le cobró compulsivamente 3 millones de dólares al dictador cubano por la venta de fusiles fabricados en la armería de San Cristóbal para combatir a los expedicionarios del Granma, que desembarcaron el 2 de diciembre de 1957, liderados por Fidel.
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Batista, quien llegó al país el 1 de enero de 1959, cuando el Ejército Rebelde derrotó a las tropas oficiales, pasó situaciones engorrosas con el reclamo de Trujillo para que saldara la deuda. Fue hospedado junto a su familia en el Palacio Nacional y posteriormente enviado al hotel Jaragua.
El derrotado presidente cubano, quien murió en 1973 en Marbella, España, estuvo inclusive en prisión en el país.
Joaquín Balaguer, en su libro Memorias De Un Cortesano de la “Era de Trujillo”, dice que Trujillo puso en ejecución un plan para extorsionar a Batista y recurrió al cubano Policarpo Soler. Para Trujillo la huida de Batista de Cuba lo evidenciaba como un hombre cobarde, sin carácter, infeliz, que no merecía ningún respeto.
No le perdonó haber salido huyendo de Cuba sin echar el pleito que a su juicio era posible echar con buenos resultados.