A brincar y cantar la tablita…

A brincar y cantar la tablita…

POR MARIVELL CONTRERAS
Ahora que se acercan los reyes a llenar de magia y de alegría con regalos y juguetes la vida de los niños dominicanos nos permitimos hacer una sugerencia que habrá de seducir hasta a los grandes. Se trata del libro Brinca la Tablita, recientemente puesto a circular en el Centro del Libro Cuesta y editado para la Serie Altea por Alfaguara.

Brinca la Tablita es una selección de canciones y juegos tradicionales de la niñez dominicana y no hablamos solo de la de nosotros o las que nos precedieron porque inclusive en esta época de tecnología y monstruos informáticos, ocupan un lugar, si no tan importante como antes, por lo menos como una referencia viva en los barrios y en las escuelas rurales.

Este libro fue compilado y anotado por la folclorista dominicana Xiomarita Pérez, en la actualidad directora nacional de Folclor y compañera nuestra en los afanes acroartianos.

Recibimos el libro que nos enviara Ruth Herrera y descubrimos que además de las canciones y las instrucciones para los juegos tradicionales dominicanos este contiene un disco.

En este disco se hace música y canto la letra. En este disco, es difícil no sentirse identificado con las canciones que son recuerdos de mejores momentos.

Ya hemos hablado de cómo se hace presente en nuestros días la nostalgia con que rememoramos un pasado del que nunca tuvimos constancia estuviéramos grabando.

Pero, si ponemos este disco en nuestro equipo de música y convocamos a nuestros hijos a acompañarnos tendremos muchas cosas que contar, muchas de ellas que no nos parecieron nisiquiera importantes en su momento.

Así son populares y memorables desde El carbonerito, La gallinita ciega,

Brinca la tablita, Tengo una muñeca, Una paloma blanca, El hijo del Conde, La cojita, La pájara pinta, Arroz con leche, Mamburú se fue a la guerra, Una tarde de verano, La vuelta en el aire, El gato y el ratón, Matarile, Allá en Villa Riva, Don Juan de la Casa Blanca, El tornillo, Las tres muñecas, La caraqueña, Jipi japa…

Solo sé que escuchando las voces del coro elegido por Mayra Peguero para cantar estas canciones he escuchado la mía y la de mis vecinos y amiguitos de infancia.

Todos somos cómplices de esta aventura donde están madres y padres de ayer incluidos y qué gran satisfacción da saber que nuestros hijos de hoy, a pesar de nosotros, ya sabe de qué se tratan estos juegos.

Eso es lo que propongo, que no nos pongamos a explicar con la memoria sola. Que compremos este libro que nos retrata, baratísimo y que encima tiene un disco compacto que nos refresca las melodías y nos vuelve a la infancia. Tiene las canciones y tiene las pistas, ¿qué más se puede pedir a los reyes magos?

Un trúcamelo, un fufú, un trompo o una simple tablita que se brinca y se salta con la agilidad de un deportista es probablemente lo que hace la diferencia entre los que saben del bien y del mal. Los que trabajan por la violencia o por la paz. Cuando sobran las palabras que no se pronuncian, sobra una intención y un instinto: el de incitar a saltar la tablita, porque «ya yo la brinqué».

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