A combatir la especulación

A combatir la especulación

En tiempos de ofensivas especuladoras, a partir de la intermediación de mayoristas y detallistas, la respuesta de los consumidores debe ser la de no comprar los artículos objeto de alzas excesivas, siendo posible, en la mayoría de los casos, recurrir a alternativas cuando se trata de granos, harinas, víveres y carnes, entre otros renglones.

Una forma de protestar sin ruidos ni pancartas. Resistencia pasiva porque los mecanismos de sanción a las extralimitaciones del comercio son de corto alcance aunque esté teóricamente prohibido excederse en la captación de utilidades en el expendio, sobre todo, de alimentos.

Los programas de ventas populares, focalizados en barrios de niveles sociales bajos, no logran el impacto macro que pueda preocupar a los especuladores.

Serían vulnerables probablemente a gastos orientados a aumentar con importaciones estabilizadoras la oferta de productos esenciales, evitando que alcancen viciosa permanencia en perjuicio de productores locales.

El pueblo y sus gobernantes deben combatir las maniobras de todo tipo contra la generalmente precaria economía familiar obligando a sus autores a quedarse con sus almacenes repletos y, de otro lado, aplicando alguna sanción al agiotaje para establecer precedentes disuasorios.

Los factores especulativos han sido percibidos por el propio Gobierno y solo cabe proceder en consecuencia contra sus orígenes y quienes de ellos se valen.

Humanizar las esperas

Los internamientos, a veces bajo dramática condición de gravedad, llevan a montar guardia bajo sol y sereno a las personas más cercanas a los pacientes en trance.

Entre lechos y dolientes persisten las barreras. Cero proximidad, ajena al personal especializado cuando se está bajo atención por procesos infecciosos de alto riesgo.

Preferible aislarlos de sus seres queridos, por cruel que parezca. Quedarse fuera del núcleo de las preocupaciones más intensas significa, con frecuencia, situarse fuera de sombras y en condiciones inhóspitas, de asientos duros y calor sofocante, sin carpas contra las inclemencias ni sillas, que aun sin estar acolchadas, humanicen las estadas que llegan a la categoría de cuentas regresivas, tensas y a veces prolongadas, hacia las buenas o malas nuevas que se aguardan bajo los imperativos del vínculo familiar.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas