A confesión de parte…

A confesión de parte…

El servicio energético ha ido de mal en peor. Es lo que la economía y la gente perciben, y que no puede ocultar el Gobierno. El secretario técnico de la Presidencia, Temístocles Montás, confiesa que la situación actual del sector eléctrico es peor que la que existía antes de la capitalización, que dicho sea de paso, es el modelo aplicado por la primera administración del Presidente Leonel Fernández.

¿Pero en base a qué está peor que entonces el sector eléctrico? Sería mezquino atribuir la crisis a la coyuntura que ha disparado en alza los precios de los hidrocarburos, sin confesar antes que ha fracasado el modelo de capitalización aplicado en ese sector y en toda la estructura empresarial del Estado. El Consejo Estatal del Azúcar (CEA) con sus ingenios y propiedades y la Corporación de Empresas Estatales (CORDE) son muestras inocultables de ese fracaso. Pero no es lo mismo cerrar ingenios o fábricas que apagar, por las mismas causas, las plantas que eran o son propiedad del Estado.

-II-

En términos prácticos, el sector eléctrico se parece mucho al paciente en coma profundo, con sus signos vitales “apagados”,  que es mantenido «vivo» en base a instrumental y medicamentos. No puede respirar por sus propios medios, sino en base al oxígeno en forma de subsidio que el Gobierno hace llegar a sus pulmones, y no es capaz de manejar sus propios recursos existenciales, como no son capaces las distribuidoras de cobrar una proporción importante de la energía que sirven a los usuarios.

Toda esa calamidad obedece más al modelo de capitalización que a la crisis petrolera actual. Obedece más a la estructura de inversiones, contratos, tarifas  y costos irreales que a cualquier otra causa.

-III-

La confesión de que ha ido empeorando la situación del mercado eléctrico no permite deducir que las cosas serían distintas en una coyuntura diferente a la actual. Antes de la actual carrera alcista de los hidrocarburos, ya el mercado energético tenía el sello de calamidad que le cuesta bastante caro a la economía del país.

Lo que sí es evidente es que pese a la calamidad, ningún inversionista del sector eléctrico, en distribución, generación o cualquier otra área, ha dado muestra de querer retirarse de un negocio en el cual, según las apariencias, no hay forma de ganar.

No parece juicioso seguir subsidiando a un sector que no es capaz de cobrarle a los usuarios la energía que les vende, sino que prefiere compensar sus déficit con el subsidio y con las facturas que cobra a los usuarios buenapaga.

Por otra parte, resulta una desconsideración terrible que a un país que tiene que arreglárselas para autoabastecerse de energía por medios ineficientes y costosos, se le venga ahora con una confesión como esa, sin plantear con la misma vehemencia las medidas de solución para esta calamidad.

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