A consecuencia de un artículo de Gautreaux Piñeyro

A consecuencia de un artículo de Gautreaux Piñeyro

Concuerdo con el asombro, la queja y hasta la indignación refrenada de Bonaparte Gautreaux Piñeyro, al leer su artículo titulado “Indefensión”, publicado en la página 14-A de este periódico el pasado sábado 27 de septiembre.

Aunque semienterrada por un mecanismo de auto-defensa emocional, palpita agazapada en mí la incomprensión y pesar por los descuidos y erraticidades que sufre Santo Domingo, la Primada de América, primera en edificaciones e instituciones europeas, nacida en el ocaso del siglo Quince, bordeando el Dieciséis.

En el Sumario de la Historia Natural de las Indias el historiador castellano Gonzalo Hernández de Oviedo y Valdés (1478-1557) refiere que “de Santo Domingo más particularmente hablando digo que en cuanto a los edificios, ningún pueblo de España, aunque sea Barcelona… le hace ventaja generalmente…”

A veces uno piensa que los cronistas exageraban a causa del golpe de encontrar tal ciudad en estos insospechados territorios. Pero no. Sucedió que muy largos años de abandono, pobreza, desidia y descreimientos en las posibilidades de desarrollo, apoyados en laxitudes tropicales, fueron corroyendo a Santo Domingo, que llegó a convertirse en una miserable aldea.

Hasta el aspecto de las ciudades de gran personalidad han caído víctimas de la apatía y el irrespeto. Pienso en Santiago, La Vega, Puerto Plata, San Pedro de Macorís, por sólo mencionar las primeras que me vienen a la mente.

Si Santo Domingo puede llegar ser un Nueva York chiquito y se permite la construcción de elevadas torres y rascacielos sin adecuados estudios previsores: de mecánica de suelo, de capacidad de enfrentar incendios, ciclones y terremotos, de asimilación de que estamos en el Caribe y no son prudentes las edificaciones como si estuviésemos en otra zona. Si carecemos de adecuado tratamiento al suministro de agua “potable” y no potable, de dramáticas carencias de electricidad, así como del apremiante establecimiento de un alcantarillado pluvial y manejo de aguas negras…no podemos imitar al Nueva York físico más que en altas edificaciones (que aquí tienen muchas deficiencias) y, por lo visto, en el Subway (que ya veremos cómo lo maneja el desorden).

Y es que nuestro problema está en un desorden que se ha ido fortaleciendo dentro de una absurda interpretación de lo que es la democracia, torcida y perdida en la indisciplina errática de la cual hacemos gala al aplicar reglamentos caprichosamente, y así -por ejemplo- la autoridad de tránsito dispone que se contraríen las indicaciones de los semáforos, sin hacer caso alguno a los daños que ocasiona la erraticidad en la aplicación de las regulaciones, todo lo cual viene a ser una escuela para la mala conducta de la población.

Carecemos de regulaciones respetadas y de controles observados.

Y eso se expande como un cáncer feroz por las instituciones que debían ser ejemplo de disciplina, cuidado y protección de los mejores intereses de la República.

Es tiempo de reordenamientos.

Valientes, amplios y sensatos.

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