¿A cuál baño va?

¿A cuál baño va?

Hace algunos días un grupo denominado Red de Voluntarios Amigos Siempre Amigos se manifestó opuesto a las “terapias curativas de la homosexualidad en menores de edad” y la información periodística coincidió con la publicación de la noticia de que el primer ministro de Luxemburgo, Xavier Bettel, se casó con su novio, muestra de que la homosexualidad gana terreno y trasciende a nivel mundial con figuras importantes ejerciendo públicamente y con orgullo su derecho a la diversidad.

Los defensores de la heterosexualidad hablan de una gran variedad de conflictos que van desde el reconocimiento público de quién funciona como varón y quién como hembra, hasta la disyuntiva sobre a quién el hijo (que casi siempre será adoptivo) llamará papá o mamá y cuál es esposa o esposo si ambos son del mismo sexo.

Aunque las excepciones confirman las reglas, lo diferente o excepcional no hace lo regular; los conflictos surgen cuando se quiere calificar lo diferente como anormal, patológico o ilegal y cuando lo excepcional quiere hacerse obligatorio.

En un reciente encuentro con una profesora norteamericana le preguntamos cómo resolvía el problema del trato a un estudiante homosexual, que podría ser niño que quiere ser niña o niña que quiere ser niño y ella nos contestó que, para evitar ser acusada de discriminación, le preguntaba a cuál baño iba.

Lo intrincado del asunto es que, a menos que sea un transexual, incluida la cirugía, hay que esperar que los baños tengan las subdivisiones correspondientes a cada categoría, porque luce desleal y peligroso que alguien, vestido como hembra o como varón, esté en el baño contrario compartiendo o “disfrutando” de las intimidades de inocentes congéneres.

 

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