A deber más y gastar menos

A deber más y gastar menos

Las realidades se imponen: el país no puede seguir en marcha para sobrellevar con efectividad dos calamidades a la vez: la salud colectiva amenazada por un virus difícil de controlar y una economía destrozada, lo que obliga a apelar en grande a los financiamientos para el Estado.

Para pagar el precio de los fracasos, lo que procede es reducir los costos operativos de la macro-burocracia heredada por el nuevo gobierno, cuyas insólitas dimensiones con duplicidades y una multitud en cargos innecesarios y desmedidos beneficios a los usufructuarios del poder propinaban un trato de res descuartizable al sector público.

La eliminación de lastres comenzada debe continuar.

En ese tejido de gente cobrando del erario debe respetarse a los hombres y mujeres de ingresos moderados, de carencias patrimoniales y útilmente laborales y cumplir además con dar auxilios a los más perjudicados por la crisis. Pero el parasitismo delatado tras el relevo de mandos debe ser pasado por bisturí. Se han hallado muchas formas de dispendio.

El Estado aprovechado como si no tuviera dueño a través de contrataciones onerosas. En algunas áreas se incurrió en un ejercicio de discrecionalidad que dio mayor tamaño al gasto superfluo y para beneficios particulares que a los esenciales para la nación. ¿Con qué calidad moral y garantías de solvencia podría esta República seguir dando la cara a acreedores presentes y futuros?

Firmeza contra los agresores

La ley y sus guardianes no deben mostrar condescendencia ante embestidas que tengan por blanco a la niñez y al sexo femenino, víctimas frecuentes de abusos provenientes de machos que van por esas calles de Dios dispuestos a aprovecharse de los débiles y vulnerables.

Esto no es cuestión de circo para que sean las gradas de turbamulta las que digan, pulgar arriba, pulgar abajo, cuándo culpar y sancionar o no los actos de prepotencia.

Tampoco deben calar en la opinión pública los sofismas de abogados que pretenden ganar causas con proclamas mediáticas. Deben ser ignorados por fiscales y jueces. La sociedad necesita de ellos para aplicar escarmientos. De lo contrario seguiremos viendo a figurines tomando niños y mujeres para exhibicionismos ilegales y para descargar iras sobre seres indefensos.

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