¡A demandar! ¡A demandar!

¡A demandar! ¡A demandar!

Caminar por las calles dominicanas es suficiente para ver, oler y sentir los problemas del país. Basura y mal olor, alcantarillados al descubierto, hoyos por doquier, cables eléctricos rozando el suelo, ruidos de plantas, música estridente hasta en las iglesias, vehículos y motores atravesándose, los AMET complicando, tarantines mal puestos, frituras con colesterol para matar un puerco, limosneros en busca de unos pesos, ladrones al asecho. Y siga usted enumerando…

El Gobierno busca arrasar en las elecciones de 2016. Danilo Medina no quiere deberle favores a Leonel Fernández como en 2012, y para ser campeón por sí solo, debe mantener un gran apoyo hasta el próximo mayo. Por eso, simplemente por eso, hay un espacio excepcionalmente favorable para que la población demande y vea, por lo menos momentáneamente, algunas necesidades resueltas.

En un país donde por décadas se acumulan problemas, donde las autoridades se hacen sordas y ciegas, donde la población busca soluciones individuales a problemas grupales (cisternas, tinacos, inversores, plantas, guardianes), y donde los gobiernos nunca han tenido intenciones de solucionar verdaderamente los problemas, esta coyuntura electoral es particularmente propicia para demandar.

Atención: en el Palacio Nacional tendrán los oídos en el “corazón del pueblo”, no por sentido de servicio, sino por necesidad. Desean votos, muchos votos.

No hay pues que dejarse confundir por la chercha electoral, ni tampoco esperar soluciones a posteriori. Las comunidades y organizaciones sociales que realmente deseen alguna mejoría deben enfocar su labor en identificar demandas legítimas, encontrar canales adecuados para plantearlas, y poner presión al Gobierno (central y local). Apúrense, el tiempo a mayo es muy corto.

Entre los partidos políticos domina el pactismo. El PLD quiere succionar todo grupo que pueda aportarle votos, y la mayoría de los partidos dominicanos (los ex grandes y los siempre pequeños) no tienen capacidad de competir efectivamente en el proceso electoral. Para no quedarse fuera del reparto, la mayoría apostará al peledeísmo (ya hay unos 20 en alianza).

Esos pactos partidarios no tienen efectos positivos en las comunidades, ni son tampoco programáticos como declaran algunos dirigentes, ni promueven la democracia. Son pactos puramente clientelares que traen votos al PLD y, a cambio, algunas posiciones y riqueza a los aliados.

Para que este proceso electoral tenga algún impacto positivo en la sociedad dominicana, los grupos sociales tienen que empoderarse y demandar. No es ilusión de grandes cambios, sino una agenda concreta que aborde problemas puntuales que el Gobierno pueda solucionar en pocos meses. Después de las elecciones, todo volverá a ser como siempre: ellos primero y después el pueblo.

En la democracia liberal, además de elegir y ser elegido, las elecciones tienen tres objetivos básicos: ser un referendo del Gobierno, ofrecer alternativas de cambio si la mayoría del pueblo lo desea, y presionar el Gobierno para dar respuesta en su último trecho a los problemas.

Para el 2016, las elecciones no se vislumbran competitivas. El Gobierno tiene demasiados recursos y viene con vocación arrolladora. Como busca gran apoyo, tendrá que atender muchas demandas sociales si se formulan. Por eso hay que demandar, y no dejarse aturdir por la lógica electoralista desprovista de solución a los problemas.

Recuerden, los políticos dan respuesta a las demandas sociales por presión, más aún en tiempo de elección. La sociedad, para mejorar, tiene que aprovechar las coyunturas favorables. Si no, los problemas se agrandan y las promesas se diluyen, tal cual ocurre con frecuencia en este país, donde entrado el siglo 21, no hay servicio adecuado de agua, ni eléctrico, ni de limpieza, ni de educación, ni de salud. Y siga usted enumerando…

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