A don Milton Messina

A don Milton Messina

PABLO GONZÁLEZ TAPIA
Conocí a don Milton Messina Matos en el año 1991 cuando me entrevistó para trabajar en su bufete, entonces doctor Milton Messina & Asociados. Recuerdo la impresión que me causó este señor de maneras tan elegantes y ese hablar pausado que invitaba sin dudas a la conversación, pero más que todo a la atención. El resultado de esa entrevista definió una relación profesional y personal de más de 15 años, que sólo la muerte ha podido poner fin.

Con el doctor Messina tuve una relación especial, basada en el respeto y la admiración mutua entre el joven abogado y el viejo maestro, quien me acogió bajo sus alas, enseñándome aquellas cosas que tradicionalmente no se enseñan en la Universidad, pero que también son importantes en nuestra profesión. Con él aprendí que el abogado presta un servicio, y como tal, debe responder a su clientela a tiempo. Que en sus respuestas, uno debe prever el universo de problemas que pueden presentarse, a fin de evitar costosos litigios a sus clientes. Por eso no dudo en afirmar que fue pionero en su área. Hoy que están en boga los métodos alternativos de solución de conflictos, el doctor Messina en su época era un maestro de soluciones y arreglos extrajudiciales para su clientela. El fue el mejor ejemplo que el abogado también podía vivir decentemente de la consulta legal.

En materia económica fue siempre un visionario. Su bufete fue centro de consulta para la elaboración de los proyectos que luego definieron la economía dominicana de mediados de los 80 y principios de los 90. Cómo no recordar las horas que pasé estudiando en la biblioteca del bufete de la Fantino Falco 55, su libro de consultas (una recopilación de las opiniones más importantes del bufete desde su fundación). Esa recopilación se convirtió en mi libro de cabecera, y en la guía obligada a la hora de escribir una opinión: el doctor Messina siempre nos insistía en la importancia de la redacción y fue siempre celoso del producto final que se remitía a los clientes.

En lo personal, el doctor Messina me distinguió siempre. Fueron muchas las ocasiones que nos invitó a mi esposa Denisse y a mí a compartir con él y su inolvidable compañera, doña Maruja Vásquez. Recuerdo de manera especial, cuando el regresar de nuestra luna de miel en el año 1996, nos invitó a un almuerzo en su casa de La Romana. Como siempre ocurría con esa adorable pareja, la comida se extendió durante toda la tarde, en una conversación interminable, que iba desde temas económicos, históricos y filosóficos, hasta consejos prácticos para la joven pareja, venidos de esa sólida relación que mantuvieron doña Maruja y don Milton.

Hoy don Milton no está con nosotros. A pesar que en los últimos años de su vida empezamos a perder un poco de sus sabios consejos y su agradable compañía, el sólo hecho de verle llegar religiosamente al bufete todas las mañanas, era una fuente de inspiración para todos en Biaggi & Messina. Ahora nos queda sólo el recuerdo. Estará en la memoria de quienes compartimos estos años con él, viéndole sentado en su escritorio, revisando antiguas notas y subrayando el periódico del día, cuando algún tema le llamaba la atención, y le parecía digno de alguna respuesta o comentario, lo cual en su época de mayor productividad no se hacía esperar, contribuyendo siempre desde su despacho al debate de los temas de interés nacional.

Don Milton fue un guía, mentor y amigo para quien esto escribe. Será recordado para siempre, con la admiración y cariño que siempre despertó en mí, y con la seguridad que hoy día, está acompañado de doña Maruja, la cual al verle llegar habrá dicho como el poeta: “Esta pradera en que nos encontramos, oh pequeño infinito! devolvemos. Pero este amor, amor, no ha terminado, y así como no tuvo nacimiento no tiene muerte, es como un largo río, sólo cambia de tierras y de labios.”

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