¿A dónde llegaremos yendo p’alante?

¿A dónde llegaremos yendo p’alante?

No vaya algún desprevenido a confundirse: excúsenme de nuevo por admitir que me gusta ir p’alante. Lo prefiero a no ir a ningún sitio o retroceder. Pero es bueno recordarle de vez en cuando al chofer de la guagua que tiene una obligación con sus pasajeros, de explicar la ruta, llegar sano y salvo al destino y, aunque nos mantenga entretenidos, conducir con prudencia sin llevarse luces en rojo ni abusar en la carretera de los vehículos más chiquiticos…

Si andáramos en el Metro, habría menos aprehensión: de Villa Mella o la Feria no pasaríamos. Pero el Metro, por bonito, eficiente y subsidiado que sea, sólo sirve para esas rutas y un creciente número de pasajeros anda buscando otros rumbos. La cuestión es que no aparecen opciones sugestivas o incitantes.

Metáforas aparte, los últimos días traen noticias que piden a gritos que el Presidente Fernández se pronuncie o actúe al respecto.

Una de esas noticias es la “amenaza” del secretario de Industria y Comercio de “castigar” a los productores criollos de cemento propiciando importaciones para obligarlos a bajar sus precios. Pero resulta que según la prensa, el precio local está por debajo de la media internacional. Pero aunque estuviera por encima, ¿conviene al país privilegiar a uno o dos importadores para que en una coyuntura particular ganen una millonada en perjuicio de los centenares de miles de empleados directos e indirectos de la media docena de fábricas de cemento del país?

Otra circunstancia parecida es la de los productores agrícolas cuyas cosechas corren el riesgo de perderse, como el caso de las cebollas, porque dos o tres funcionarios administrativos manejan por la izquierda el lucrativo negocio de las asignaciones arbitrarias de permisos de importación. ¿Conviene al país enriquecer más a unos vagos e incompetentes cuyo único “trabajo” es retirar de la secretaría de Agricultura unos “cartones” que no les cuestan nada y valen millones de pesos?

Al coro de dislates se unen los legisladores que desfachatadamente quieren extender su período por dos años.

Todas estas situaciones lucen resultar de la falta de miedo a alguna sanción, ya sea en la justicia, ante la opinión pública o políticamente. Necesitamos sentir que así como nuestros principales líderes son pródigos al dispensar favores y gracias, pueden también ser severos y justicieros al castigar las inconductas. Si no, p’alante no va a parte….

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