POR MU-KIEN ADRIANA SANG
En el nombre de la santísima, augustísima e indivisible Trinidad de Dios Omnipotente: Juro y prometo, por mi honor y mi conciencia, en manos de nuestro presidente Juan Pablo Duarte, cooperar con mi persona, vida y bienes a la separación definitiva del gobierno haitiano y a implantar una República libre, soberana e independiente de toda contaminación extranjera, que se denominará República Dominicana; la cual tendrá un pabellón tricolor en cuartos, encarnados y azules, atravesado con una cruz blanca.
Mientras tanto seremos reconocidos los Trinitarios con las palabras sacramentales: Dios, Patria y Liberad. Así lo prometo ante Dios y el mundo. Si tal hago, Dios me proteja; y de no, me lo tome en cuenta y mis consocios me castiguen el perjurio y la traición si los vendo. Juramento de los Trinitarios.
Eran jóvenes, casi niños, cuando decidieron fundar un movimiento clandestino y subversivo para crear una república libre, independiente y soberana. Motivados por el indiscutible liderazgo de Juan Pablo Duarte, una veintena de jóvenes se sumó a la causa. El 16 de julio de 1938, en casa de Doña Chepita, la madre de Juan Isidro Pérez, formalizaron la alianza y declararon bajo solemne juramento que lucharían hasta el fin por conseguir sus ideales.
La juventud, el entusiasmo, el idealismo y la entrega de estos jóvenes, hizo tambalear el régimen haitiano. Con su energía y vitalidad encendieron la chispa. Lucharon y fueron apresados. Lucharon y algunos fueron enviados al exilio. Lucharon y fueron vejados. Pero nada ni nadie los detuvo.
Es verdad que tuvieron que aliarse a los sectores conservadores. Es verdad que tuvieron que firmar el Manifiesto del 16 de Enero de 1844, aceptando la palabra «independencia» por «separación». Es verdad que los conservadores controlaron el poder después de los sucesos memorables del 27 de febrero de 1844. Es verdad que Tomás Bobadilla, el más conservador de todos los conservadores, tenía el control de la Junta Central Gubernativa. Es verdad que Santana, el prototipo del caudillo regional, hatero, valiente, guerrero, falta de formación, de ideas profundamente conservadoras se hizo cargo del primer Gobierno Constitucional. Es verdad que los liberales se fueron en desbandadas, o se sumaron a la nueva situación, como lo hizo Mella, que se convirtió en uno de los hombres de confianza del gobierno santanista.
Los jóvenes revolucionarios fueron marginados, sacados a la fuerza del escenario político dominicano. Pero antes no aceptaron pasivamente el designio que les tenían guardados los conservadores. Dieron la batalla. Primero fue José Joaquín Puello que se enfrentó al poder de la Junta Central Gubernativa provocando uno de los incidentes más memorables de la historia política de la primera república. Duarte, que había sido recibido con vítores y alabanzas a principios de marzo, fue enviado al cruel exilio, después de intentar crear un gobierno paralelo en Santiago. Allí dejó como huella y legado de su paso por la ciudad norteña, una revolucionaria propuesta constitucional.
De estos incidentes han pasado 161 años. Gracias a ellos existe un país, una nación y un gobierno. Gracias a sus utopías las generaciones posteriores heredamos una historia plena de heroísmo y de sacrificios. He querido traer estos hechos a colación porque el 16 de julio se cumplirán 167 años de la fundación de La Trinitaria.
Me pregunto ¿a dónde habrán ido los ideales? ¿Qué ha pasado con nuestra sociedad que se ha convertido en un amasijo de intereses? ¿Qué ha pasado con nosotros los adultos que no hemos enseñado a los jóvenes a soñar? ¿Qué ha pasado con esta sociedad caracterizada por el pragmatismo salvaje, la apariencia y la hipocresía? ¿Qué ha pasado con esta sociedad que se suma al tren del triunfalismo vulgar? ¿Qué ha pasado con esta sociedad que sufre de amnesia social crónica? ¿Qué ha pasado con esta sociedad que rinde pleitesía a los que están arriba? ¿Qué pasa con esta sociedad que está llena de farsantes?
¿A dónde se han ido los sueños? Los jóvenes soñadores de los 70 que se sacrificaron y lucharon, que sufrieron el encarcelamiento, el exilio, los atropellos abiertos y encubiertos, ¿dónde están? Muchos, lamentablemente, se subieron al tren de la conveniencia y olvidaron sus años de lucha y sacrificio para dedicarse al servilismo vil.
Entonces yo me pregunto, ¿Por qué criticar a los jóvenes, si los adultos de ahora hemos sido contra-ejemplos? ¿Qué los jóvenes de hoy quieren la vida fácil? ¿Acaso los adultos de ahora les hemos enseñado el valor del trabajo, de la dignidad, del honor, de la ética y del sacrificio? ¿Qué los jóvenes de hoy sólo quieren vivir bien? ¿Acaso los adultos de ahora no les hemos enseñado que la gran corrupción es la mejor forma de ascender, porque está bien vista, aceptada y tolerada por la sociedad hipócrita que vivimos? Por qué quejarse de que los jóvenes no quieren leer, si los adultos de ahora les hemos enseñado que el valor principal es el arribismo, a costa de engaños, pleitesía e hipocresía? ¿Para qué entonces leer y aprender cosas nuevas?
Me resisto a aceptar esa realidad. Vivo en la lucha eterna de tratar de reivindicar la utopía racional y soñadora. Los sueños por una sociedad mejor son los que han motorizado las grandes transformaciones. Gracias a Duarte, tenemos hoy la República Dominicana. Gracias a hombres como Emmanuel Sieyes en Francia, el pueblo se lanzó a las calles y materializó la Revolución Francesa. Gracias a hombres como Thomas Paine en Estados Unidos, decidieron luchar y rebelarse en contra del imperio inglés. Gracias a soñadores como John Locke, la Europa absolutista suavizó su modelo político y lo acercó al pueblo. Gracias a hombres como Rousseau existe el voto universal. Ya no soy, ni puedo ser la joven soñadora de los 70, el medio siglo casi ha llegado a mi vida, pero no quiero perder mi vocación soñadora. Ando en la búsqueda de nuevos ideales y nuevos sueños ¿me acompañas?