El Partido de la Liberación Dominicana (PLD), partido de gobierno actual, ya tiene 35 años. Muchas fueron las expectativas surgidas con su aparición, no únicamente en quienes lo integraron entonces, sino también en muchos de los que no militaban en él. Sus proclamados objetivos de liberación política y nacional, y también social y económica, generaron una gran esperanza.
Para importantes capas de la población dominicana fue motivo de gran entusiasmo la emergencia de un partido, que liderado por el profesor Juan Bosch, se inscribía dentro de la corriente impugnadora de un sistema con relaciones decadentes e injustas (nacional e internacional) y caracterizada por su declarada identificación con la lucha en favor de la igualdad de oportunidades para todos, contra la exclusión y la pobreza.
Con el devenir del tiempo y ya en el poder, el PLD y su gobierno, han cambiado de manera marcada su orientación, y no parecen haberse trazado, y mucho menos logrado, ningún objetivo serio en favor de la liberación social y económica de las grandes mayorías del país.
Hasta ahora los gobiernos del PLD no han emprendido el camino de la acción responsable y decidida en pos de la liberación económica y social de las mayorías. Escoger esa senda se les hará cada vez más difícil por múltiples razones, por lo que se entiende que seguirán optando por el camino fácil, equivocado e inútil del asistencialismo.
En la República Dominicana estadísticas oficiales hablan de una disminución de la pobreza. No ocultamos nuestra creencia de que a esa conclusión se ha llegado a través de confusos e interesados métodos de medición. Por el contrario, una percepción generalizada, derivada de la estadística de la calle, habla de un empobrecimiento e inequidad crecientes en nuestro país.
Hoy junto al drama de la pobreza se observan otras agravadas vulnerabilidades de nuestra sociedad que imponen serios desafíos, tales como la violencia y la inseguridad ciudadana, el narcotráfico y el lavado, los precarios servicios y resultados de la educación y salud pública, la debilidad de nuestro aparato productivo y de nuestra institucionalidad.
En este contexto, sin embargo, analistas autorizados advierten que el Presidente de la República y del PLD parece va a gobernar sólo con quienes lo llevaron a Palacio, desentendiéndose, en sus planes y decisiones, de los planteamientos de grupos empresariales y de opinión, de entidades de la sociedad, de organizaciones populares y de trabajadores.
En general, el gobierno y su partido lucen haber perdido su capacidad de oír y de criticarse a si mismos.
Por igual, de los dirigentes y militantes del PLD con procedencia de izquierda, o que son aliados del PLD y su gobierno, son muy contados los que se atreven a no mostrar una actitud de absoluta incondicionalidad a la oficialidad y sus directrices. Todos estos olvidan, penosamente, que hay una relación directamente proporcional entre cerrazón e incapacidad autocrítica, y descomposición gubernamental y partidaria.
Así las cosas, nos preocupa el camino que algunos indicadores apuntan que trillaremos o seguiremos recorriendo: El de la centralización y al mismo tiempo el de la precaria gobernabilidad adjunto de diversas manifestaciones de desorden social, el del crecimiento económico con ampliación de la pobreza y la desigualdad, hasta llegar a su límite, el de la modernización insuficiente, excluyente y discriminatoria, en fin, el camino que nos aproxima a una Babel de cemento.