Para mí, dormir es una de las partes más importantes de nuestro día a día. Y por eso, lo más probable es que sea la actividad en la que empleemos más tiempo a lo largo de nuestra vida. Por tal razón, el resto de tareas diarias se ven condicionadas por las necesidades de reposo que requiere el organismo.
Hoy en día, cuando los niveles de productividad se estudian al detalle y se trata de optimizar al máximo el rendimiento en el trabajo, cobra cada vez más importancia el descanso. Ya hace tiempo que se desmontó el mito de las ocho horas diarias de sueño y, aunque como dicen no hay una sola idea concluyente de cuántas horas necesitamos dormir, se puede tomar como referencia lo que han descubierto algunos investigadores.
En el 2001, el historiador Roger Ekirch, del Virginia Tech, publicó un artículo que resultó premonitorio -basado en 16 años de investigación- que revelaba una enorme cantidad de pruebas históricas de que los humanos solían dormir en dos tramos de tiempo diferentes.
Su libro “At Day’s close: Night in the past” (La noche en el pasado) se publicó desenterrando más de 500 referencias de patrones de sueño segmentados, que describen un primer sueño que empieza unas o dos horas después del anochecer, seguido por un período de una o dos horas de vigilia y continuando después con un segundo sueño, referencias que alrededor del 1920 desaparecieron.
En la actualidad, la mayoría de las personas parecen haberse adaptado bastante bien a dormir ocho horas, pero todavía hay investigadores que creen que muchos de los problemas del sueño tienen sus raíces en la preferencia del cuerpo humano por segmentar el sueño.
La idea de que debemos de dormir en un único bloque podría ser perjudicial, según estudios, eso hace que las personas se despierten por la noche ansiosa. Esa ansiedad, puede impedir a algunos volver a dormir y es posible que se extienda el resto de la vida.
Por lo cual, se entiende que los períodos entre sueños, en la época en que la gente se imponía periodos de descanso, podrían haber tenido un papel importante en la capacidad de los humanos para regular el estrés de forma natural.
Es por esto que la siesta puede convertirse en otra de las claves para mejorar la calidad del sueño. De hecho, algunos afirman que diariamente duermen la siesta alrededor de la 1 ó 2 de la tarde, cuando nota que su productividad cae en picado. Y tras el reposo cuenta con otra hora y media de alto rendimiento.
Eso sí, las recomendaciones siempre hablan de no excederse en el tiempo de siesta, que no supere los 25 minutos o media hora. Este hábito lógicamente lleva a estar menos cansado, de lo que se deriva que se tenga mejor ánimo, algo que constituye una base sólida para estar más contento.
“Hoy empleamos menos tiempo en esas cosas, no es una coincidencia que, en la vida moderna, el número de gente que padece ansiedad, estrés, depresión, alcoholismo o drogadicción haya crecido”.