A veces damos pena, a veces provocamos risas, somos expertos en hacer el ridículo y ni siquiera danos cuenta.
Desde siempre hacemos las mismas cosas, las hacemos como si fuera un ritual obligado, religioso, pero no nos damos cuenta de que andamos en la pendiente enjabonada que nos lleva a caer en más de lo mismo.
Por ejemplo, a nadie parece importarle, incluyendo sectores importantes de este Gobierno de El Cambio, la opinión ajena. Es como si, en una inversión de valores, lo importante, sea el chisme, la chocarrería barata, el chernaje, la parte negativa de las redes sociales, pulmón de escape popular que dice y publica lo que los demás no se ocupan ni les interesa publicar.
Quizá estamos anestesiados, como ocurría en Barahona en 1950 que no podíamos dormir cuando se detenía el ruido, monótono y permanente, de la draga que hoyaba el canal de entrada al puerto nuevo. Nos acostumbraron de tal modo que aceptamos lo mal hecho como oro de buena ley.
Por ejemplo, sabemos que Fulano o Zutano, un desharrapado proveniente de nadie sabe dónde, llegó al Gobierno con una mano adelante y otra atrás y sale graduado de señor, de empresario, de accionista de importantes empresas agroindustriales y financieras y es aceptado en todos los círculos más altos de la sociedad y respetado, venerado y tomado como ejemplo por una juventud descarriada que entiende que como dice el merengue “el trabajo lo hizo Dios como castigo”
Hasta ahora y ojalá que en algún momento acabe el circo, a diario hay denuncias, a cual más escandalosa sobre el pago de sumas multimillonarias a personas que ni siquiera se preocupaban en ir a cobrar. Denuncias, denuncias denuncias, pero ni se publican los nombres de los responsables de autorizar esos pagos, ni se publican los nombres de sus cómplices en el robo al erario.
Sí, robo al erario porque el dinero del Estado no debe ser botín para pagar excesos, caprichos, queridas, lujos de mujeres encumbradas a los lugares más altos por la posición que ocupa, temporalmente, su marido.
Alguna vez leí que la filosofía euclidiana postulaba que el mundo estaba al revés, lo que era cóncavo debía ser convexo, o al revés. Por eso aquí decimos que una situación es al revés, o viceversa.
Se ve como normal, aunque no lo será nunca, que pasen los años, las décadas, hasta los siglos y seguimos en un lodazal de corrupción, permisividad, crímenes no resueltos, explotación de los de abajo, falta de una burguesía que organice el país, robos al erario que se diluyen en declaraciones altisonantes, en amenazas y en juicios de sinjuicio que aplican las leyes al revés, botan las llaves y los corruptos quedan fuera de la cárcel. Así no puede ser.