A eso me refería

A eso me refería

RAFAEL TORIBIO
Indro Montanelli, periodista italiano que se hace historiador porque desde la época de estudiante quiere conocer los hechos históricos como realmente sucedieron y no como normalmente son contados, escribió hace ya muchos años dos interesantes libros en este sentido. Uno lo tituló Historia de Roma, para significar con ese título que en los acontecimientos históricos en los que intervino esta nación, el protagonismo fue del Imperio, que representaba a Roma, no de grupos o personas en particular.

El otro llevó por título Historia de los Griegos, queriendo significar de esta manera que en este caso la preeminencia en los hechos históricos le correspondió a un ente colectivo formado por grupos y personalidades individuales. Mientras que en la época del Imperio Romano era Roma quien construía la historia, en la democracia ateniense lo hacían los Griegos.

Otro de los aportes del periodista historiador Montanelli fue la de resaltar la condición humana de los grandes líderes de estas dos naciones, minimizada o abolida por los historiadores, presentándolos, a su parecer, como dioses que no eran portadores de «debilidades humanas». Contrario a esta visión que deshumaniza a los líderes y conductores de colectivos humanos capaces de escribir etapas históricas trascendentales en la historia de la humanidad, o de algunos pueblos, nuestro amigo historiador destaca que la grandeza de esos líderes estuvo, precisamente, en que pudieron sobreponerse a las limitaciones y debilidades consustanciales a su condición de personas humanas. Superarlas en vez de ocultarlas es lo que los hace grandes líderes, y los enaltece.

Hace algunas semanas escribí un artículo en el que hacía referencia a que la persona que ocupa la Presidencia de la República en nuestro país, por la mitología imperante sobre el poder, el perfil y el comportamiento impuesto a quien la desempeñe y concepciones particulares de quienes llegan a ser titulares del poder supremo del Estado, termina teniendo que suprimir, tanto en sus actividades oficiales como privadas, toda manifestación que haga referencia a su condición humana. Algunos de mis lectores, como también a algunos de mis amigos, les pareció extraño que tocara el tema. Otros manifestaron que la aspiración manifestada de que quien desempeñara la Presidencia de la República no dejara de ser persona para convertirse en El Presidente, era propia de otras latitudes, no de la nuestra.

Sucede, sin embargo, que la semana pasada, el doctor Leonel Fernández, formuló unas declaraciones públicas donde refleja rasgos característicos de su condición de persona humana, siendo al mismo tiempo Presidente de la República. La reseña periodística indica que el Presidente Fernández reveló que padece una «original timidez» que le dificulta mantener un diálogo con los comunicadores y responder con ligereza a preguntas sobre asuntos que por su complejidad no deben tratarse en cualquier escenario. El Presidente señaló, además, que son muchos los años de esfuerzos para tratar de superar esa timidez. Se definió como tímido por temperamento, pero que la vida lo llevó a donde está «y he tenido que asumirlo como puedo». Después de hacer esa confesión solicitó la comprensión de los presentes en el evento.

Esas confesiones de nuestro Presidente, que no es otra cosa que hacer de público conocimiento condiciones que lo acompañan por ser una persona humana, lejos de disminuirlo, lo engrandecen. Exterioriza lo que entiende como limitación personal, y expresa los esfuerzos realizados por superarla. No renuncia a esas manifestaciones de su condición humana, sino que señala los esfuerzos que ha tenido que realizar para poder superarlas, precisamente por la naturaleza de las actividades que desarrolla y el cargo que desempeña. Como señalaba Montanelli, los grandes líderes no son personas sin limitaciones, sino aquellas que son capaces de superarlas. Su grandeza estriba, precisamente, en su gran capacidad de esfuerzos y sacrificios para salvar obstáculos y sobreponerse a las limitaciones y condicionamientos que su condición humana le impone.

A eso me refería en el artículo citado: a que se puede, y debe, poder ser Presidente de la República sin dejar de ser persona, y así seguir siendo considerado por los demás, especialmente por familiares y amigos. Ojalá que el Presidente Fernández continúe ofreciéndonos evidencias de que se puede sobrellevar, con la dignidad debida, la condición de Presidente de la República con la de persona humana, para que las manifestaciones normales del ser humano que es, tanto en sus actuaciones públicas como privadas, no sean consideradas impropias de quien desempeña la Presidencia de la República.

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