A esta gata se le ve la mano, deja huellas

A esta gata se le ve la mano, deja huellas

Bonaparte Gautreaux Piñeyro

En política hay quienes actúan pensando que los otros, los opuestos, los demás, son torpes, tontos. Idiotas y descuidados, pero no es así.
En esta época donde ya se descubrió la fórmula de saber lo que uno piensa, aunque no diga palabra, hay que ser tan poco informado, tan poco avisado que una persona, un dirigente, un científico, un político, piense que aún está por descubrir el agua tibia.
El agua tibia y el agua refrigerada fueron descubiertas y procesadas hace tanto tiempo tanto que la humanidad las usa como si se tratara de algo tan natural como el aire.
Todo lo que se hace, todo lo que se piensa es captado y captable, es como si telegrafiáramos las señales que hace el receptor al lanzador y algunos piensan que el árbitro está en el limbo.
Pues no, todo lo que se viene haciendo, toda la campaña rastrera, toda la candelita de basurero permite que su maldad se les vea en el blanco del ojo. Si piensan que nos engañan no lo logran ni lo lograrán. Hay graves antecedentes que están debidamente registrados, contabilizados, reseñados con nombres, cantidades y apellidos.
Las quisondas, las triquiñuelas, las bajezas, las acechanzas, la conseja dejada caer, la frase almibarada pero envenenada, la postura de seriedad y de eficiencia, el ocultar las razones y las sinrazones no nos convencen, no nos logran apantallar, no pasan como verdades las mentiras tan burdas.
Los esfuerzos por continuar minando el camino del futuro inmediato han sido descubiertos en planos que dejaron al descuido y nos llegaron por vías de amigos.
La simulación parece que triunfa, aunque las huellas dejadas en el camino han sido descubiertas, aunque las cubran con sonrisas hipócritas y con protestas de fe, seriedad, compañerismo, amor, que están muy lejos de sentir y practicar.
Parecía increíble que se usaran el compañerismo, la cercanía, para actuar con las truchimanerías de la vieja política, de las antiguas prácticas que proclamábamos decíamos y debimos dejar atrás para siempre, como un ejemplo de seriedad, honorabilidad, respeto por las ideas ajenas y por las propias, si es que se tienen.
Pero no. Las ambiciones desmedidas y bastardas no permiten pensar y actuar dentro de reglas claras, precisas, iguales, consensuadas, no aceptadas para engañar.
Para que el juego sea claro, aceptable, respetado, para que los resultados sean reconocidos por todos deben ser pulcros, sin manchas.
Lean, discutan, aprendan el consejo y dispónganse a jugar claro, para que no se rompan las barajas.
Aquí nadie se chupa el dedo.
¿Estamos?

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