A Gimbernard: perfil de Pedro Santana

A Gimbernard: perfil de Pedro Santana

Le confieso que leo sus artículos de forma pausada. Al igual que usted, me he interesado por hurgar sobre la vida, emociones y conducta de Pedro Santana a través de los trabajos de Rodríguez Demorizi. En mi condición de psiquiatra e investigador sobre psicopatobiografía tengo un perfil del general Santana. “Un personaje difícil” como usted concluye en su artículo. Sin embargo, en el poco espacio trataré de explicarle su perfil psicosocial. Santana es el productor de una dinámica nuclear integrado por Pedro Santana (padre) Petronila Familia (madre) y tres hijos: Pedro y Ramón de parto gemelar; Florencio el hermano menor con una discapacidad psico-matriz. Una familia dedicada a la agricultura y a la crianza de animales. La niñez del general Santana fue bastante traumática: Desde pequeño vivió el desapego del padre; desvinculación y ausencia y muerte a su temprana edad. A penas con 7 años se desarrolló la Batalla de Palo Hincado dirigida por Juan Sánchez Ramírez, donde el padre, capitán de milicia, pasa a la historia debido a que cortó la cabeza al gobernador francés Couis Ferrad, después que éste se suicidara, enganchando la cabeza en la espada, la exhibió por las calles de El Seibo, cosa que presenció su propia familia. A los 17 años el general Santana pierde a su padre. Pasando a ser el responsable de su familia, del cuidado, protección y responsabilidad; abandonando la escuela y protegiendo a la madre y hermanos. Esa dura realidad formó el carácter de Santana, para ser decidido, tener autoconfianza y autodeterminación, pero también, desarrolló las habilidades con el machete, el liderazgo y el don de mando en el trabajo y la comunidad. Con un temperamento sanguíneo colérico: una persona empática, expresiva, franca, con tendencia a las impresiones extremas, donde su buen ánimo y alto nivel de energía le hace ser emprendedor de tareas y metas con visión y misión de lograrlo. Los sanguíneos: son gregarios, amistosos, le huyen a la soledad y sienten atracción por actividades colectivas. Su conducta es ruidosa, afable, bultosos y calificados de bocones por su forma de hablar, aunque suelen ser sinceros y leales, altruistas y solidarios. Una trampa de este temperamento es la alta tendencia a la rigidez, inflexibilidad y a la forma autoritaria de imponer sus conceptos. El general era una expresión acabada de ese tipo de temperamento, y así se expresa en toda su conducta política, militar y personal. Pero algo cambió la adultez temprana de la vida de Santana. Su novia, María del Carmen, días antes de la boda durante un viaje a Higüey para pagarle una promesa a la Virgen de La Altagracia, al retornar al Seibo, en Cuesta Prieta, la bestia falseó y al espantarse cayendo en el suelo, muerta de forma súbita. Cuenta Demorizi: “la gente de la comarca cuenta que está perdiendo el juicio el desdichado amante, olvidando el hato y en constante vagar hacia el solitario cementerio de Rincón”. Ese fue el primer episodio depresivo de Santana, que le marcó de por vida. Para proyectarse en Petronila la madre, Santana se casó dos veces con mujeres mayores que él. Al casarse con Micaela de Rivera, viuda del capitán Miguel Febles Vallenilla, pasó a ser el nuero de su hermano Ramón, que casó con Floriana Febles, hija de Micaela y Miguel Febles. Luego se casó con Ana Zorrilla; con ninguna tuvo hijos. Santana presentó tres episodios de depresión: al morir su hermano Ramón, después de ganar la Batalla del 19 de marzo de 1844 que renuncia sin motivo alguno. Es decir, Santana padecía de cambios del estado de ánimo, donde presentaba episodios depresivos de hasta seis meses, y luego volvía con ánimo, energía y positivismo y participaba en los conflictos políticos y en las guerras que ganaba, para luego retirarse y abandonar en tres ocasiones la Presidencia. Esos cambios hablan del Trastorno Bipolar tipo II. Nunca estuvo loco, ni delirante, pero su ánimo y sus propósitos no eran consistentes. Sin embargo, distinguido Gimbernard, Santana fue el dictador más honrado y respetuoso del bien público, nunca busco beneficio personal ni corrompió para él o para grupos afines. La trampa de su personalidad descansaba en su pobre identidad psicosocial, en su pobre formación académica, en su trastorno del ánimo, y más que nada, fue víctima de los conservadores, que bien manejaba Tomás Bobadilla, quien sabía dividir, manejar y sacar beneficios. Ejemplo de todo esto fue el famoso artículo 110, los fusilamientos y las divisiones y recomposición de la Junta Gubernativa. El general, fue diferente a Cáceres, a Báez, a Lilís y Trujillo. Pero fue víctima de su propio prejuicio, de su falta de identidad, de su intolerancia, y de sus limitaciones emocionales. Como usted sabe, Don Gimbernard, “el éxito del liderazgo descansa en la capacidad de conseguir resultados sostenibles a lo largo del tiempo” dice Goleman.

 

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