A Juan Bolívar Díaz

A Juan Bolívar Díaz

RAFAEL TORIBIO
Lo conocí personalmente a finales de los 60, mientras cursaba estudios universitarios en España, en ocasión de una visita que él hiciera a unos amigos que residían en el Colegio Mayor Guadalupe, donde yo también residía. Ya en el país, a inicios de los 70, después de haber terminado los estudios, lo conocí a través de su postura frente al autoritarismo de Balaguer, su lucha en defensa de los derechos de los comunicadores, de las libertades, de los derechos humanos en general, y de la democracia. También en sus intentos reiterados por un periodismo independiente y responsable.

A mediados de los 80 ya habíamos iniciado una amistad sobre la base de la coincidencia en valores y principios, defensa de la institucionalidad y legitimidad democráticas y la participación en iniciativas desarrolladas de manera conjunta. Esta amistad me llevó a invitarle a que participara en el grupo Moderno, invitación que gentilmente rechazó y que se la había formulado con el propósito de que fuéramos más los que defendíamos que esa organización no debía transformarse en un partido político. La experiencia de las elecciones del 1990, y la decisión compartida de una participación e incidencia política desde la sociedad civil, nos unió de nuevo en la fundación de Participación Ciudadana.

Nos une una amistad de muchos años templada en las luchas; en los esfuerzos por mantener la esperanza, aunque a veces con poca ilusión; en frustraciones por ver avances que terminan en retrocesos; en caídas, pero sobre todo en levantadas para, a pesar de todo, volver a continuar. No siempre hemos estado de acuerdo, pero las diferencias han sido más en las formas que en el fondo. Compartimos principios y objetivos, pero nos diferenciamos a veces en las maneras de realizarlos o lograrlos.

En todos estos años he tenido el privilegio de compartir esfuerzos, esperanzas, desilusiones, derrotas y algunos triunfos con un combate permanente de las mejores causas. No soy dado a resaltar personas, quizás porque he conocido a demasiados farsantes. Pero hay ocasiones en que parece necesario hacerlo, sobre todo cuando se cuestiona la verticalidad de un comportamiento coherente por años, de fidelidad a principios y valores, con un enorme desprendimiento personal, sentido de la justicia y de la solidaridad.

Hace unos pocos días Juan Bolívar fue injustamente atacado y amenazado con una demanda millonaria por haber defendido los intereses de la Nación, hablar por los que no pueden hacerlo, reclamar por los que mantienen un silencio cómplice, y exigir, simplemente, transparencia en una democracia que ha hecho suya la rendición de cuentas, en especial si se es funcionario público que maneja recursos económicos que no son de su propiedad. Se llegó hasta acusarlo de nepotismo en una institución como Participación Ciudadana, donde hay una cultura que rechaza esta práctica, y que de coincidir familiares, más que evidencia de privilegios, apunta más bien a una vocación compartida de sacrificio.

En estos momentos quiero testimoniar mi admiración y reconocimiento a una persona que considero ejemplo de honestidad, de solidaridad, de coherencia con los principios y valores que defiende, y que es incapaz de perjudicar a alguien de manera deliberada. Lo admiro y respeto, además, por las causas a las que se entrega, sin importar el sacrificio, y por la vehemencia con que defiende sus posiciones, reconsiderándolas cuando es necesario hacerlo. Juan, quienes te conocemos, no sólo por lo que dices, sino, sobre todo por lo que haces, que sabemos tus esfuerzos de superación y los sacrificios permanentes que debes hacer para mantener la independencia que te permite cuestionar sin poder ser cuestionado, estamos contigo, te respaldamos y te alentamos a continuar.

Con Juan Bolívar se podrá estar o no de acuerdo y hasta criticarle la vehemencia con que defiende sus posiciones, pero hay que reconocerle su honestidad. Sus comentarios podrán no ser del agrado de algunos, pero no los hace para molestar o denigrar, sino para que la verdad se conozca y para que la democracia se fortalezca por la práctica de la rendición de cuentas y la trasparencia a que todos estamos obligados.

En nuestro país hay muchas personas serias y honestas, pero ninguna puede considerarse más seria o más honesta que Juan Bolívar Díaz.

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