A jugar pelota

<p>A jugar pelota</p>

CARMEN IMBERT BRUGAL
Es imposible pensar que el contenido del discurso político obedece a la casualidad. No es el azar que determina el uso de las palabras o la escogencia del auditorio. Los políticos conocen al dedillo el terreno que pisan. Sus pasos están marcados por investigaciones y evaluaciones previas. La propaganda emocional no es un invento. Los expertos de antes y de ahora están convencidos que “…la masa cede ante el poder de la oratoria emocional. El término concreto consigue despertar emociones mejor que el abstracto, es más apto para desencadenar el mecanismo de la adhesión a los argumentos presentados para su asentimiento por el orador…”

Del Rey Morató. Los Juegos de los Políticos) El éxito del Ministro de Propaganda del Tercer Reich ha sido estudiado con dedicación. Una de sus múltiples reflexiones, citadas por Del Rey, es contundente. “A largo plazo, únicamente consigue influir en la opinión pública quien es capaz de reducir los problemas a sus más sencillos términos y tiene el valor preciso para repetir, una y otra vez, esa fórmula simplista, pese a las objeciones de los intelectuales”.

El presidente de la República, Leonel Fernández, está convencido de sus aptitudes y administra muy bien la relación con los súbditos. No en vano ha expresado que “una condición básica del populismo descansa en el personalismo, lo que significa que éste descansa, de manera esencial, en la figura de un líder carismático o mesiánico. Ese líder, que sin duda dispone de determinados atributos personales, como serían inteligencia, preparación, capacidad retórica y organizativa, fuerte voluntad y perseverancia, cultiva una relación emocional con las masas, las cuales lo perciben y acogen como su salvador. La fascinación hacia el líder carismático se convierte en un sustituto de la ideología, hasta el punto que su propio nombre se convierte en el fundamento de una nueva corriente de pensamiento y de acción en el marco de la política.”(Populismo e Ideología.12.03.01)

Maneja, además, la intríngulis de la comunicación social. Por algo su popularidad parece incólume, a pesar de los avatares. Por algo, la mayoría prefiere exculparlo. Ha sabido cuándo y cómo citar a Orwell y a Huntington. Supo también, luego de admitir que desconocía el significado del término pichirrí, reducir su oratoria y aludir peleas de gallos, mencionar la utilidad del cebo de Flandes, la importancia del golpe certero en el boxeo. Una cosa es la cátedra, otra la cháchara para “las turbas divinas”.

Cuando la población dedica un 57% de su tiempo libre a sentarse enfrente del televisor y apenas el 6% reserva una hora para la lectura, el recurso de la insulsez es efectivo para persuadir. Y si los índices de pobreza e indigencia aumentan vertiginosamente, mejor aún usar el lenguaje que conecta de inmediato con la limitada intelección colectiva.

Rugirá entonces el león. Se pondrá bronco y chivo. Y vendrán las bolas de humo adentro.

Después de la alocución presidencial en San Cristóbal, ningún opinante puede estar al margen del argot beisbolero. Confeso amante del deporte, Leonel Fernández escribió, al regresar de su visita al Salón de la Fama de Cooperstown, “Nunca he podido olvidar las imágenes por televisión del dominante Sandy Koufax, enfrentado a Whitey Ford, ponchando en línea a los primeros cinco bateadores de los Yankees que se le cuadraron en la Serie Mundial del 1963, o a Bob Gibson, de los Cardenales de San Luis, intimidando con su bola rápida a cada bateador, lo que le permitió establecer un récord en los clásicos de octubre, al abanicar a 17 bateadores de los Medias Rojas de Boston en el 1967”.

La contemporaneidad política dominicana exige el aprendizaje de las reglas que pautan el béisbol. Conocerlas es inminente para analizar la coyuntura. Urge la creación de talleres, seminarios, conferencias, que permitan entender los arcanos del guante, la pelota y el bate. Se ha creado una nueva brecha y no es la digital. Quien ignore los principios generales del juego de pelota estará excluido del debate. No podrá interpretar las disertaciones que enardecen multitudes.

Es otra etapa. Dejad pues, quietos en sus anaqueles a Plutarco y a Maquiavelo. De nada sirve Gracián o Azorín. Es momento de hurgar el pensamiento de Doubleday, Wilson, Ty Cobb, Babe Ruth, Hill Ferry, Jackie Robinson, Roger Maris. Que descansen Fukuyama, Chomsky, Friedman. Atrás quedan Duarte, José Ramón López, Américo Lugo, Peña Batlle. Abandonad la preocupación por Hoeting. Inútiles los textos de Juan Bosch o Balaguer. Es la hora del bullpen y el right, del left y la blanqueada. Del bateo y corrido, del ponche, del foul y los jonrones, de garantizar árbitros y narradores. De lanzadores sin receptores y roba bases. Esto se resuelve sin CEPAL, CREAL, PNUD y sin encuestas. No es preciso el FMI, tampoco la conclusión de procesos penales. Innecesarias las cifras, las reformas fiscal y constitucional. Pronto el país será un gran estadio. La violencia se limitará a los gritos de la fanaticada arengando al jugador favorito. Es asunto de calentar, lanzar, ponchar, correr, atrapar, apostar. Es la verdadera tregua. Play ball!

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