A la búsqueda de una solvencia estable

A la búsqueda de una solvencia estable

FABIO F. HERRERA CABRAL
Para el año 2005 el gobierno ha decidido asignar fondos para favorecer, con créditos blandos, a microempresarios y a grupos familiares y que los utilicen en crear fuentes de trabajo que dinamicen la economía nacional, creando centros de trabajo que disminuya el creciente desempleo que azota a la nación. Esta promesa la hizo el presidente Leonel Fernández en el transcurso de una cena que con motivo de la Navidad, ofreció la Confederación Nacional de Detallistas.

El doctor Fernández se mostró muy preocupado por ese creciente desempleo que atribuyó a la disminución de la nómina oficial.

Es muy importante el propósito de financiar las micro y medianas empresas con créditos a largos plazos, bajos interés y la seguridad de que no tendrán la carga de impuestos inoportunos, irracionales y extenuantes.

Pero, con el mayor respeto, disiento de la opinión que tiene el doctor Fernández de que el desempleo es causado por reducciones operadas en la nómina oficial.

La burocracia nunca ha sido fuente de trabajo ni mucho menos generador de riqueza, sino consumidora de ella por la vía del clientelismo político que le absorbe la posibilidad de inversión en trabajo creador.

Levantar una economía saludable y estable por la vía de la inversión en las raíces y las leyes divinas que dieron principio al trabajo humano, cuando Dios dijo al hombre que laborara y cultivase la tierra y que comiencen de sus frutos.

La economía que empieza por la cúspide no «permea» lo suficiente para hacer productivas las raíces.

Las actividades económicas en nuestro país las hemos concentrado en los servicios, representando tales como el turismo, zonas francas remesas del exterior y las obtención de franquicias de exclusividad para comerciliazar bienes de consumo que se producen totalmente en el exterior.

De ese modo nuestra economía está subordinada a contingencias que escapan, muchas veces, a nuestro control.

De ese modo nuestra economía está subordinada a contingencias que escapan, muchas veces, a nuestro control.

Con esto no quiero decir que esta economía de ser vicio haya sido perjudicial al país. Nada de eso. Por el contrario, es lo que nos ha evitado el desastre económico definitivo por la desorbitada administración politiquera de las finanzas nacionales. Pero nuestro desarrollo económico, para que sea solvente y estable, palabras claras en economía, no debe estar sujeta a coyunturas exteriores. Nuestras bellezas naturales y los recuerdos de nuestra historia entroncada en lo universal, no debe estar mediatizada por la técnica turística del «todo incluido» que limita la amplitud humana y física de nuestro panorama. Por otro lado, en el campo del turismo, uno de los más rentables es el turismo de crucero, pero este no debe estar sometido ni mediatizado por querellas sindicales en materia de transporte, que dio motivo, hace algunos días, a un bochornoso espectáculo.

En el campo de las zonas francas, estas deben servir como portadoras y academias de entrenamiento en tecnología para el desarrollo industrial local.

Irlanda, hasta hace pocos años, era un país de inmigrantes, a causa de su menguada economía. Su gobierno decidió una cruzada nacional cuyo objetivo era lograr una completa educación del pueblo, hasta llegar a la cúspide de las más altas tecnologías.

Abrieron sus puertas a las zonas francas y a las «maquiladoras» cuya tecnología fue asumida por los obreros que trabajaban en esas zonas. Ahora, con esa técnica, se hizo lo que se llama «el milagro de Irlanda» que nosotros deberíamos estudiar a fondo.

El TLC podría ser la carga catalítica para una industria de exportación mezclada con la economía de servicios que tenemos ahora. Pertrechado con la tecnología de las maquiladoras. Irlanda aprovechó los mercados del libre comercio que le abrió su ingreso a la Unión Europea. Hoy, en vez de se un país de emigrantes, es una paraíso para los inmigrantes que llegan a su territorio.

Quizás el impacto inicial del TLC podría ser traumático para nuestras zonas francas, pero somos la tercera frontera de los Estados Unidos y en esa posición estratégica, juiciosamente aprovechada, podría representar el mismo papel que la Unión Europea jugó para Irlanda. Uno de los pilares más importantes de nuestra economía, sino el que más, lo es la «remesas» que los dominicanos y dominicanas que trabajan en el exterior. En ellas se incluye a las ayudas familiares, inversiones e inmuebles, tanto urbanos como rurales, como en negocios. Esto me hace formular la siguiente pregunta: ¿Sería posible o viable la formación de un grupo financiero para que realice inversiones en el país, tanto en lo oficial como en lo privado? Esta es la idea de un amateur de la economía como yo, pero creo que ya, en forma profesional, el doctor Luis Heredia Bonetti ha expresado algo sobre inversión en valores.

Conversando con un profesional experto en las relaciones dominico-americanas, conocedor a fondo de nuestra colonia en el país del norte, el doctor Heredia Bonetti, el me reveló de sus conversaciones sobre algo parecido en materia de certificados de inversiones.

Como se sabe, el doctor Heredia fue el iniciador y propulsor de la Semana Dominicana en Estados Unidos, la cual, se viene realizando cada año con creciente interés de norteamericanos y dominicanos.

Pero de nada valdrían los esfuerzos por establecer una economía solvente y estable en base a la exportación de bienes de consumo producción en el país si la voracidad fiscal se lleva la parte del león de los bienes resultados de la inversión confiando en la vigencia, sin aumentos, de las leyes, las cuales, al eliminar o reducir muchos arbitrios e impuestos, movieron la voluntad de muchos inversionistas que toman la decisión de crear fuentes de trabajo que dinamizan la economía y proporción ocupaciones permanentes a los brazos ociosos cuyo número creciente era motivo de preocupación del Presidente Fernández a la cual me refería al inicio de este trabajo.

Pero con la creación o aumento de arbitrios como elevar al 13% el recargo cambiario, se viene abajo el propósito informado por el doctor Fernández de asignar fondos para créditos blandos para invertirlos en el desarrollo de la micro industria, lo cual generaría más empleos.

Pero todas esas microempresas bien coordinadas podrían ser el motor impulsor de nuestras exportaciones en el entorno caribeño, del cual somos parte estratégica. Por medio del TLC nuestro país podría abastecer de los productos agrícolas que consumen y añoran nuestros compatriotas en el exterior.

Estas exportaciones producirían dólar que alivian la demanda que afrontan los que produce la economía de servicio, lo que a su vez nos daría soltura a nuestra soberanía. Pero todos estos sueños, y la propuestas del presidente Fernández, son un alivio al creciente desempleo que se vienen abajo con el aumento de la tasa cambiaria, que nos saca del mercado de exportaciones porque con impuestos, arbitrios y requerimientos ocultos, se pierde la competitividad.

Todas juntan podrían dejar todos esos arbitrios que nos quitan competitividad y dar paso a una solvencia estable.

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