A la cacería del dinero del pueblo

A la cacería del dinero del pueblo

FABIO R. HERRERA-MINIÑO
Frederic Bastiat, un economista francés del siglo XIX que ahora  comienza a redescubrirse en pleno siglo XXI, entre sus aforismos, que no han perdido su vigencia, decía “que todo el mundo quiere vivir a expensas del Estado. Se les olvida que el Estado quiere vivir a expensas de todo el mundo”. A dos siglos de su dictado y después que Adam Smith escribiera “La Riqueza de las Naciones”, Bastiat, en su obra, pautaba el uso de la riqueza, de la demanda y de la producción; ahora vemos cómo en nuestro país, para ser específicos, se cumple esa sentencia del economista francés.

De ahí que con la proliferación de cientos de ONGS, sin fiscalización y establecidas alegremente por casi todos los legisladores, así ven éstos aumentar sus ingresos, ya que no tienen que desviar su sueldo para cumplir compromisos políticos de ayuda a los pobres, dilapidan el dinero del fisco y cada vez exigen más, so pena de torpedear cualquier iniciativa presidencial en el Congreso, para que se les entreguen más recursos.

Los ayuntamientos ya quisieran tener el 10% de los ingresos fiscales para distribuirlos en sus comunidades, que se traduce en la creación de cuerpos policiales municipales, que provocan más daño que bien, o construir hermosas entradas a los pueblos, o embellecer los parques, pero olvidándose de establecer bibliotecas, o de mejorar las calles que corren por cuenta del gobierno central.

Los militantes o miembros del partido oficial exigen con más fuerza su cuota de poder, traducido en cargos botellas, mientras sus dirigentes requieren que el gobierno invierta en sus comunidades para ver si pueden hacer un papel más airoso en las elecciones del 2006, ya que de otra manera se las vería negras con los actuales incumbentes, especialmente con los que buscan la reelección y ahora están gastando dinero a raudales en sus municipios para hacer obras que impacten los potenciales electores y gastando más en botellas.

A su vez, Impuestos Internos ha emprendido una santa y justa cacería en contra de miles de empresas que no reportan retención de impuestos sobre la renta a sus ejecutivos, ya que supuestamente devengan salarios por debajo de los $22 mil pesos mensuales, que están exentos de pago, o retienen el ITBIS, o no pagan el 1.5% de los ingresos brutos, etc. en formas descaradas de evasión por un lado y por el otro en una desesperación de las autoridades para recuperar recursos, que por ley, les corresponden al fisco, aún cuando sean más luego mal invertidos al gusto de los políticos.

Vivimos en un país en que el parasitismo burócrata, de querer vivir a expensas del Estado, es crónico y es estimulado por la particular conformación de los liderazgos de quienes se aprovechan de los recursos para conformar estructuras partidistas o de presión que les permita seguir medrando a costa del dinero del fisco.

Existe un gigantismo oficial; éste se alimenta de las malas inversiones, diluidas en base a los compromisos políticos, visto de como los que obtienen exoneraciones hacen un mal uso, violando todos los canones legales impunemente continúan tan campantes como el whisky aquel, revelando cómo los abultados ingresos fiscales se pierden en las manos de integrantes del partido de turno en el poder, o en las de los políticos que tienen la habilidad de desviarlos para crear o engrosar fortunas, mientras las necesidades básicas de la comunidad se diluyen, como ocurre en los hospitales, que para justificar el mal estado se habla que hay sabotaje para empañar una mediocre gestión; o en las escuelas no se les da mantenimiento a las instalaciones sanitarias o eléctricas y se desmoronan las plantas físicas.

Hace dos siglos, Bastiat tenía razón, y modernamente vemos cómo en nuestros 44 años de vida sin dictadores, toda esa libertad y democracia solo ha servido para enriquecer no solo a los políticos que impunemente exhiben sus riquezas conseguidas al amparo del desempeño de un cargo público, sino a militares que se han servido con la cuchara grande, amparándose en una amenaza de ingobernabilidad si se les molestara en sus acciones de enriquecimiento. Y qué decir de los sindicalistas que con sus amenazas de huelgas, y sus negocios raros como los del plan Renove, han desfalcado al erario con millones de pesos y nadie se atreve a enfrentarlos, dejando a la justicia con la papa caliente del proceso para definir el asunto y castigar a los culpables, que si algún sindicalista cae preso, ya veremos las protestas. Entonces podríamos llegar a la conclusión que si bien el Estado quiere vivir a expensas de todo el mundo, aquí en el país, parte de todo el mundo, políticos, militares, sindicalistas, padres de familia, empresarios, etc., son los que han vivido a expensas del Estado.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas