A la memoria

A la memoria

De Tomas López Ramos, caro amigo con un fardo de virtudes y defectos
a cuestas, que apostó a ser así.

No puedo negar que al tomar el tema de Tomás, aflora la nostalgia y ese vivir lejano lleno de afectos y recuerdos que todavía al cabo de los años están, aunque marchitos en una importante estancia en nuestra vida.

Norberto-Miñín- Soto

Compartí con Tomás siete exposiciones realizadas en De Soto Galería, por cierto, con buen éxito artístico y comercial. Siempre preparábamos las muestras para el mes de noviembre. Algunas realizadas en el Mesón De Bari. Era en ese momento todo un jolgorio de expectativas y trajines de enmarcados, ansiedad, sueños, locuras y aventuras.

Engalanar el salón como respeto a los invitados, comensales que siempre colmaban el lugar, era una tarea vital de suma importancia que siempre recaía en mi persona porque el orgulloso pintor planteaba con sobrada razón, que lo suyo estaba hecho y de buen gusto. Con cierto coraje y envidia lo veía en la poblada barra apurando un cristalino trago de una buena bebida.

Recuerdos, viejos recuerdos, de un tiempo preciso, cierto, lejano y ya triste.

Normalmente, hacíamos un catálogo para las exposiciones, de los cuales más adelante citaré dos sentidas palabras que reflejan ese ambiente que no se escapa de mi memoria y que son esencia para que la vida sea más grata al cabo de los años.

Tomás, el eterno camarada de andares llenó toda una historia en su querida Zona Colonial, retomando sus pasos cada día y cada noche por los mismos lugares, tabernas, bares, El Bodegón, La Barrita del Comercial y el Mesón de Bari, habitué de cultas estancias de tertulias de amigos y compañeros de oficio. Así era y siempre lo quiso ser. Tomasín : bohemio, parrandero y gran pintor.

Traigo estas cosas a colación, porque sin ellas la palabra no fuera ni sincera ni cierta.

Su hermosa y quien sabe trágica historia de nuestro artista, es el cuento mayor que nos dice de cómo era todo; romance, desamor, brindis, buena pintura, alegría con un triste final: la partida obligada cuando la aurora dictaba su sentencia con sus claros y tenues fulgores de amanecer.

Nadie quería partir. Disgustos y balbuceos ponían punto final a tragos, cigarros y una noche espléndida preñada de promesas y buenos augurios, regazo de la más sentida bohemia que hoy no es más que un rincón de recuerdos tocados por un manto de nostalgia.

Tal como les prometí. Ofreceré dos textos que acompañaron sendos catálogos de dos exposiciones de Tomás. Son sentidas y sencillas palabras con todo el afecto y cariño a nuestro inolvidable Tomás.

La primera, año 1983

Mi querido Tomás:
Siempre que planificamos juntos algún evento de esos que nos conciernen, sobre el arte, un coloquio, una exposición, una juerga con un buen cocinao, las cosas resultan de lo más bien y siempre nos quedan hermosas experiencias positivas y de buen gusto.

En esta oportunidad nos hemos embarcado en una aventura plástica con muy personales características, una muestra pictórica de flores, solamente flores.

Todo el perfume y el color ha nacido en tu jardín de ideales, onírico rincón de tu alma de pintor, exuberante y encantadora manifestación de fina y cara sensibilidad.

El trópico pletórico de luz y color encendido girón con todos los matices jamás nunca vistos, llena de esplendor esta noche, nuestra sala de exposiciones. Múltiples formas de una entrega total en homenaje a la vida, íntima, hermosa, cándida expresión de un jardín de ensueños y locuras.

Tus flores son más que eso, son rasgados retazos de tu demente existencia de artista, poemas tiernos y sencillos, zonas marcadas por el color y la expresión, encuentros del hombre con los cielos.

Un abrazo, amigo, hermano de andanzas con sabor a nostalgia y a bohemia. Un abrazo, artista y pintor de la belleza y el encanto. Un abrazo, embriagado de todo el color y todo el perfume de tu jardín en esta noche memorable.

Tus flores son más que eso, rasgados retazos de tu demente existencia de artista

Con cariño,

Arnulfo Soto.

Un pintor con una vocación brutal año 1984

A mi amigo Tomás:

López Ramos, pintor de vocación ejercida con la brutalidad vehemente de fanático. Horas largas y angustiosas frente al caballete: altar cotidiano, confesionario de todas las dudas y los errores cometidos, escenario de las virtudes y los aciertos.

Tomasín, camarada sencillo, empresario del agradable placer de la conversación y las tertulias cultas, habitué constante de los mismos lugares, luciérnaga nocturna, noctámbula, rostro cansado donde se anidan los trajines del día y la nocturna vigilia, Pintor de un desaparecido mundo que él resume.

León, Marcelo, el gordo Baquero, Tito, Conde, Miñin, Frank, Juan, otro a veces y un alado batir de bellas mariposas turbándole el sosiego y un bodegón aguijoneándole el alma, y el delirio rondando sus sienes forjándole sus sueños de profeta cruel.

Tomás: tesón, deseo, ilusión, lucha, espera, orgullo, resumen frío y objetivo de veinte años de acoso y trampa, libertad y muerte; a plazos o repentina, colapso o largo tedio, o estertor agudo y punzante, veinte años de vivir pintando.

En López Ramos, la pintura es la gran morada donde residen sus encantos y sus sueños, morada triste a veces, alegre como serpentina; otras, sagrado recinto donde abunda el criterio y el color, humilde posada de bellas ilusiones y locas aventuras, laberinto equívoco de perdidos pasos y trastocados vaivenes, lecho y regazo de una paz efímera, convulsivo despertar noche tras día, dormitante vigilia de las inquietudes, la pintura: todo o nada en sus ambiciones.

Arnulfo Soto
Una tarde para recordar la vida se cansó y le dio un tranquilo adiós a Tomás, así un nuevo comensal pasearía sus pasos por el infinito espacio desconocido, lejano y misterioso; quien sabe si a tocar las puertas del paraíso o entrar con resignación al purgatorio.

Su pensar envuelto en brumas, recuerdos y olvidos siempre así será: el de un culto camarada, bohemio, parrandero y gran pintor.

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