A la velocidad del perreo

A la velocidad del perreo

El perreo es una pandemia del Caribe. Acabo de llegar de Puerto Rico y lo comprobé: el reggaeton como música es la representación de los pre adolescentes, adolescentes y muchos adultos que se niegan a crecer; o mejor dicho que se agarran a lo que está de moda para demostrar que el tiempo no ha hecho estragos en su cuerpo y que su mente aún se conmueve ¿o mueve? con las nuevas tendencias.

Así como en nuestra radio el perreo ocupa la mayoría del tiempo de las emisoras tropicales, ocurre allá en Puerto Rico. La radio puertorriqueña es de los adolescentes y toca al por mayor y al detalle perreo.

Hay grupos aún que no han presentado credenciales en la televisión y que sus nombres aún no han podido ser escritos con negritas en los periódicos nacionales pero están ahí.

Anunciando sexo y violencia y denunciando corrupciones políticas y sociales de su país.

Igual pasa con nosotros. Tenemos reggae, reggaeton, rap y perreo a cada esquina.

En defensa de nuestros artistas sectoriales debo decir que aún están condicionados por el desarrollo de nuestro país y por lo que permiten nuestros medios. Nosotros sugerimos. Ellos incitan. Sangre, drogas y sexo con ritmo.

Cuerpos que se desgüesan. Cinturas que se alborotan. Caderas que parecen moverse por un estímulo mayor o distinto a la música … conforman esta nueva tendencia caribeña.

Los carros también son portadores de la nueva ¿buena? y sus conductores y sus acompañantes se mueven dentro y cantan provocando el repudio ¿envidia? de sus observadores.

Muchas veces me he visto tentada a criticarlas: a la música, a lo que narran, a quienes rapean, a cómo lo bailan, pero, casi siempre me arrepiento y temo.

No me gustaría convertirme en una censora de la juventud y del pueblo que se siente identificado con este ritmo que hace que los caribeños movamos el cuerpo, a veces sin nuestro permiso.

Por eso fuí un día a ver a Tego Calderón. Por eso he observado a Héctor y Tito, a Loony Tunes y a tantos otros.

No he sido cómplice sino observadora sin prejuicios. En mi reciente estancia en Puerto Rico, donde además hay un canal que transmite constantemente sus videos me puse a reflexionar sobre este fenómeno, que allí ha tocado hasta a hombres y mujeres mayores de 60 años.

Leí en el periódico El Nuevo Día una carta de un profesor que se oponía al perreo y que bajo la presión de sus estudiantes empezó a ponerle atención.

Para no cansarles, el cuento, el profesor aprendió que esta música es un desahogo de la juventud y que es mejor entenderlos que oponerse.

Al final dijo que “ahora escucho reggaeton/perreo cuando voy a dar clases”.

Al parecer esto hace que pueda comunicarse mejor con sus alumnos…

En cuanto a mí, sigo observando el fenómeno sin tomar partido ni negarme…

Creo que mi opinión no podrá detenerlo. Eso sí, agradezco a los “perreadores” dominicanos que no sean tan vulgares, y les pregunto a los programadores ¿por qué prefieren el de allá y no apoyan el de aquí?

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