A la víspera de los cien dólares el barril

A la víspera de los cien dólares el barril

AMAURY JUSTO DUARTE
Es probable que en el curso de los próximos días el precio del barril del petróleo haya traspasado la barrera de los 100 dólares. La predicción del presidente de Venezuela Hugo Chávez se habría, pues, cumplido. Naturalmente, la conmoción de tal acontecimiento es más bien de tipo sicológica que de precio, porque al fin y al cabo entre 100 dólares y 98, precio al cual llegó la semana pasada, la diferencia no es significativa.

Sin embargo, las consecuencias económicas son ya devastadoras para todas las economías, particularmente la de los países pobres que no producen petróleo, como es el caso de la República Dominicana. Pero, aún para las economías desarrolladas, el impacto se está sintiendo en la esfera de la inflación, teniendo en cuenta el aumento de los precios de numerosos artículos y servicios relacionados con los combustibles, como es el caso del transporte.

En el siglo 20 la economía del petróleo históricamente suplantó la economía del carbón, que a su vez había sustituido a la economía de la madera como fuente de energía. Y el reemplazo no tuvo nada que ver con el precio del carbón o su escasez, sino porque la nueva fuente de energía, el petróleo, y sus derivados, representaron un bien de naturaleza eficiente, capaz de servir para que las sociedades capitalistas pudieran realizar la llamada revolución industrial, basada en el salto tecnológico más impresionante que haya conocido la humanidad en toda su historia.

En ese siglo el precio del crudo se mantuvo históricamente bajo. En 1920 no había rebasado los 3 dólares y se mantuvo así durante 50 años, hasta que en el 1974 (8 y 9 dólares) y 1980 (32 dólares) las guerras en el Medio Oriente pusieron en riesgo el abastecimiento de las principales fuentes, precisamente situadas en ese lugar del planeta.

A partir de 1985 los precios se estabilizaron hasta el 2000 en un promedio de 10 y 18 dólares. Sin embargo, desde el 2000, el ascenso ha sido sostenido y en los últimos doce meses el aumento impresionante: de 55 dólares el barril en noviembre del 2006 ha entrado en la sicológica barrera de los 100 dólares. Peor aún, los pronósticos auguran una sostenida tendencia al alza de los precios del petróleo.

El fenómeno que presenciamos se veía venir. Era un proceso de acumulación de factores económicos, y políticos interconectados. Es decir, causas y efectos vinculados entre sí. Por un lado, causas estructurales consecuencia del aumento del consumo de economías emergentes como la de China, Brasil, Rusia, unido al impresionante consumo de la primera potencia industrial del mundo, los Estados Unidos, (25 millones de barriles diarios, o sea, lo que consume la República Dominicana en seis meses). De esta manera, en los últimos cuatro años transcurridos el consumo diario en el planeta pasó de 76 millones de barriles a 84 millones.

Pero, por otro lado, causas de tipo especulativo, resultado a su vez, de acontecimientos políticos como son la guerra en Irak, (que ha producido un descenso de la producción en ese país) los conflictos con Irán, la inestabilidad del conflicto judío-palestino, la amenaza terrorista, entre otros factores.

Sin embargo, en los últimos años, el curso que ha ido tomando la economía norteamericana ha tenido consecuencias directas en el precio del petróleo, particularmente, la depreciación del dólar, depreciación vinculada con el astronómico déficit de la balanza comercial, calculada en un 5.7% del Producto Interno Bruto de los Estados Unidos, una deuda federal de unos 800,000 millones de dólares, así como el impresionante gasto militar relacionado con las guerras de Afganistán e Irak.

Teniendo en cuenta que esa moneda juega, en los hechos, el rol de dinero mundial, su fluctuación incide poderosamente en el precio de los productos. En el 2007 el dólar perdió el 45% de su valor con relación al euro y desde la década de los 70 hasta ahora se ha devaluado veinte veces.

Aquí rige una relación puramente aritmética entre mercancías, vinculada a la ley del valor en la economía de mercado, en la cual una de ellas se utiliza como medida del valor de los bienes: en la medida que el dólar se devalúa el petróleo forzosamente sube de precio para reflejar su valor real.

Por su parte, Alain Greenspan, ex Director de la Reserva Federal de los Estados Unidos, en la página 462 de su libro «La Era de la Turbulencia» incursionando en el tema con la autoridad que le avala su experiencia, expresa lo siguiente: “Es obvio que mientras Estados Unidos dependa de productores de petróleo con los que no tenga una buena relación, seremos vulnerables ante una crisis económica sobre la cual tenemos poco control. El petróleo es el motor de la economía mundial y una abrupta caída de la oferta o una fuerte alza de los precios podrían quebrar nuestra economía y la de otros países.

Para la República Dominicana, los efectos del brutal aumento de los precios del petróleo no serán, sino ya son, sencillamente catastróficos. Actualmente, nuestra realidad es la siguiente. El país es un importador neto de petróleo. Se calcula en unos 160,000 barriles diarios el consumo de hidrocarburos. Se proyecta, además, un consumo de 200,000 barriles para los próximos 10 años resultado del crecimiento  vegetativo de la economía y del propio crecimiento industrial y comercial.

La dependencia energética se expresa en vínculos de suministro provenientes del principal suplidor: Venezuela. Este país suple más del 80% de los combustibles que mueven el parque industrial eléctrico, el 100% del parque vehicular privado, el 100% del parque vehicular de transporte de carga, el 100% del transporte colectivo, el 100% de las maquinarias agrícolas. Esta dependencia se tradujo en el período 1997-2006 en una factura petrolera de 16,215.1 millones de dólares. Mientras que en el año 1997 la factura petrolera fue de 814.2 millones de dólares, equivalentes a un 17.6 de las exportaciones, en el año 2006 la factura petrolera ascendió a unos 2,783.3 millones de dólares equivalentes a un 45% de las exportaciones. En el 2007 se pasará la barrera de los 3,000 millones de dólares, o sea, más de 100,000 millones de pesos. Una carga muy pesada para una economía pequeña como la nuestra.

Como vemos, la dependencia energética y el brutal gasto en hidrocarburos deja muy poco espacio para que cualquier gobierno pueda dedicar suficientes fondos al gasto social, particularmente en educación y salud, condición básica que permitirían a la República Dominicana contar en los próximos años con una economía competitiva capaz de incorporarse con éxito en los mercados globales.

Mientras tanto, dos soluciones están a la vista: por un lado, reducir el consumo de combustibles mediante un serio plan de ahorro y, por otro, diseñar un programa para implementar el uso de energías alternas que sustituyan el consumo de hidrocarburos. Esta última solución, sin embargo, justo es reconocerlo, será gradual, a largo plazo, ya que el alto costo de producción de energías alternas como la eólica o la solar, son un obstáculo real para reducir la dependencia del petróleo.

Los caminos están ahí. Y todo dependerá de que exista una férrea voluntad política de los gobernantes para enfrentar la situación.

Por el contrario, atengámonos a las consecuencias: mayor pobreza, aumento de las desigualdades sociales y el mantenimiento de una economía incapaz de generar los excedentes suficientes para pagar la cuantiosa deuda social acumulada.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas