VIENA, EFE.- A las personas gordas les entra el apetito por los ojos, ya que el mero aspecto de la comida activa en el cerebro un sistema de gratificación que provoca la emisión de hormonas de felicidad.
Así lo señalaron en Viena varios expertos en radiología, que afirman haber hecho visibles a través de la resonancia magnética los procesos por los que se regula el apetito en el cerebro. Los especialistas reunidos en el Congreso de Radiología Europeo explicaron que la tomografía de resonancia magnética funcional permite observar el cerebro mientras actúa y revelar así unos secretos que en el futuro podrían allanar el camino a nuevas terapias.
Los radiólogos analizaron las funciones cerebrales de trece mujeres con sobrepeso y de otras trece de peso normal mientras les enseñaban fotos de unos platos ricos en calorías.
Mientras las de peso normal no mostraban actividad cerebral extraordinaria alguna, la impresión óptica de los platos sabrosos estimulaba varias zonas cerebrales en las obesas e incitaban su apetito.
Determinadas conexiones en el cerebro llevan a que la simple idea de pensar en la comida incite la producción de las hormonas dopamina y serotonina, lo que se convierte en círculo vicioso porque sin comer y sin esa recompensa, las personas en cuestión se sienten mal.
Según explicó Stefan Sunaert de la Universidad Católica de Lovaina (Bélgica) unos mecanismos parecidos se han encontrado en los ludópatas, lo que significa que esta forma de resonancia magnética se podría usar como instrumento de control y diagnóstico para tratamientos de otras adicciones.
Según el experto, un escaneo posterior debería mostrar si una terapia psicológica ha surtido efecto, pero el método también podría usarse para evaluar la eficiencia de diversas terapias medicamentosas.